Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

La pregunta puede parecer una cuestión puramente retórica. Quizá lo sea: ¿el mismo barco?, ¿estamos todos en el mismo barco? Sea como fuere, lo cierto es que, si planteamos tal interrogante en el contexto de la pandemia que actualmente afecta al mundo, aplicándola a la forma y rapidez con que se han distribuido globalmente las vacunas con que cuenta el mundo (decir “cuenta” quizá sea también mera retórica), el asunto cobra, o puede cobrar, una significación particular según se vea. Es decir, no es un secreto que los países considerados potencias mundiales han acaparado el mayor porcentaje de la producción de las vacunas que producen las farmacéuticas con capacidad y autorización para hacerlo; no es un secreto que exista poca capacidad de incidencia por parte de los países en vías de desarrollo en la dinámica de distribución adoptada tácitamente, para lograr que tal dinámica tome derroteros distintos; no es un secreto que, en muchos casos, existe incompetencia, falta de voluntad o incluso corrupción (aún a costa de la salud de millones de seres humanos), que obstruyen o ralentizan procesos que quizá podrían realizarse de manera más ágil y con mejores resultados en función del beneficio colectivo. La realidad está a la vista, no es necesario rebuscar o ahondar en investigaciones sesudas para darse cuenta de cómo está corriendo el agua en tanto que dinámica del ejercicio de poder a nivel global, lo cual, en honor a la verdad, tampoco es algo nuevo. Así ha sido la historia humana y seguramente así seguirá siendo aún durante un buen tiempo, más allá de la prospectiva o los escenarios que puedan elucubrarse a futuro. Ahora bien, el hecho de que no se diga nada o no se haga nada al respecto es otro asunto, un asunto que quizá merecería un abordaje por separado, quizá más concienzudo, más extenso y con mayor detenimiento en virtud del comportamiento observado en las sociedades humanas y en los gobiernos de prácticamente el mundo entero durante los últimos años. Hasta el día de ayer (domingo), según el sitio Our World in Data (ourworldindata.org) se habían aplicado en el mundo poco más de 860 millones de dosis de vacuna contra el Covid-19, siendo de éstas, poco más de 205 millones administradas en Estados Unidos, poco más de 42 millones en Reino Unido, y cifras que oscilan entre los 10 y 20 millones de dosis en países como Emiratos Árabes Unidos, Alemania, España y Francia, entre otros. Resulta evidente, como puede apreciarse a simple vista, que existe una brecha importante entre la mayoría de los países de América Latina y los países del llamado primer mundo. La pandemia de Covid-19 vino a hacer más evidente esa brecha, y ello, de cara al futuro, debiera hacernos pensar respecto a ese mundo post-pandemia que tendrá que llegar, sin duda, tarde o temprano.

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