El término de Corte Celestial, aplicado a la Corte de Constitucionalidad, fue repetido en los últimos meses por quienes se han aliado en busca de impunidad para continuar con la corrupción como una forma para descalificar las resoluciones que les eran adversas. Ayer el nuevo Presidente de la CC dijo que ya no será una Corte Celestial y es que ahora sus resoluciones serán aplaudidas por los que así descalificaron a la anterior magistratura. Tiene razón Molina Barreto en el sentido de que eso pasará a la historia. Ahora ya sabemos que quienes despotricaban casi a diario contra las resoluciones de la Corte a cargo de la defensa del Estado de Derecho, estarán felices cuando se empiece a producir el cambio de enfoque y resulte que los “derechos” obtenidos mediante sobornos sean consagrados como verdaderos derechos, mientras que los procesados por corrupción empezarán a recobrar su libertad al ir “resolviendo” todos sus casos.
Lo ocurrido en los dos últimos días ha encendido las señales de alerta en muchos lados, incluyendo en países amigos, porque resulta tan burdo que hace obvio el esfuerzo por tener un control total. Obviamente la magistrada Porras se les terminó colando al ser electa por el Consejo Superior Universitario, y su presencia no significaba ningún problema para la mayoría que requerían los orquestadores para asegurar sus fines. Pero el sentido era enviar un mensaje, como el que se envió antes contra fiscales que hicieron bien las cosas, en el sentido de que quien la hace la paga y por ello era indispensable aplicar ese doble rasero que se mostró cuando juramentaron a Mynor Moto y cuando no quisieron juramentar a Porras.
Dejar a Porras en la Corte les hubiera servido para argumentar que la conformación de la misma no fue amañada sino que cada institución hizo sus propias decisiones. Pero no interesa siquiera guardar apariencias porque es más importante demostrar quiénes tienen el control absoluto de la situación. Y aún sabiendo que la comunidad internacional podría ver mal la jugada y hasta emitir algunas protestas, por enérgicas que suenen, no se arrugan porque para ellos es más importante la garantía de total impunidad que se da con el control de la Corte de Constitucionalidad, de la Corte Suprema de Justicia que ahora el Congreso elegirá rápidamente, igual que las Salas de Apelaciones, clave no sólo para ir liquidando los casos que ya están siendo ventilados en los tribunales, sino también para asegurar que el tema de la corrupción quede de una vez sepultado para los investigadores y los juzgadores en el Estado de Guatemala.