Carlos Figueroa Ibarra
En el contexto de la derrota kirchnerista en diciembre de 2015 frente al neoliberal Mauricio Macri, Álvaro García Linera pronunció en mayo de 2016 un memorable discurso en la Universidad de Buenos Aires. Después de tres periodos presidenciales el proyecto nacional popular encabezado por Cristina Fernández perdió la segunda vuelta electoral. Ignoraba García Linera que la derrota del Frente para la Victoria era el inicio de tiempos difíciles que habrían de culminar con el golpe de estado contra Evo Morales en octubre de 2019. Premonitoriamente el entonces vicepresidente boliviano dijo: “Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles son su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos, de los tiempos difíciles. Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.
Estas palabras son recordadas hoy en Ecuador ante la derrota del proyecto progresista encabezado por Andrés Arauz. Las derrotas son más dolorosas cuando son inesperadas. El progresismo latinoamericano veía con optimismo las elecciones del 11 de abril. El día anterior recibí desde Ecuador una encuesta que ponía arriba a Arauz concluyendo que la victoria sería por un margen de entre el 9 y el 14%. Otro/as observadores posneoliberales no eran tan optimistas pero esperaban una victoria. Y en el contexto electoral se difundió un audio de un angustiado partidario del candidato neoliberal Guillermo Lasso quien afirmaba que habían salido de una reunión con el mismo Lasso y con Jaime Nebot (exalcalde de Guayaquil) y que estaban “cabreados” porque en todas las encuestas perdían por 8-10 puntos. El atribulado militante decía que sería necesario que el “hijueputa de Nebot” metiera plata para poder hacer un fraude, “es la única opción, no puede ganar Arauz, no puede ganar Arauz”.
Los sobrevivientes de los fraudes electorales en México de 2006 y 2018 que sufrió Andrés Manuel López Obrador, sabemos que hay dos maneras de hacerlo: adulterar los resultados o comprar masivamente los votos. Este pudo ser uno de los factores de la derrota de la Unión por la Esperanza. Pero también sabemos que otra vía es la guerra sucia, la cual tuvimos que afrontar particularmente en 2006 cuando la derecha neoliberal lanzó la consigna de que “López Obrador era un peligro para México”. En realidad Andrés Manuel ha enfrentado esa guerra sucia no solo en ese momento sino a lo largo de los últimos 25 años por lo menos. Afortunadamente esa guerra sucia es cada vez más inefectiva. Pero en Ecuador pudo ser factor de la derrota la satanización del emblema posneoliberal Rafael Correa. El expresidente enfrenta hoy aproximadamente 39 procesos judiciales y el Lawfare se complementa con la guerra mediática que lo pinta como un ladrón. Hay que agregar un Consejo Nacional Electoral parcial, la persecución política y la campaña de Pachakutik por la “abstención ideológica” para impedir que ninguno de “los dos neoliberales ganara”. Dinero, odio, persecución y divisionismo podrían explicar la derrota progresista en Ecuador. Ni modo, a luchar, caer, levantarse, volver a caer y volver a levantarse.