Carlos Figueroa Ibarra
El lunes 29 de marzo, en plena Semana Santa, tuve el privilegio de recibir la vacuna Sinovac en su primera dosis. No fue fácil. Pasé seis largas horas haciendo fila bajo el sol en medio de una multitud en filas desordenadas e indignadas. La avenida entera frente al campus central de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, se encontraba abarrotada de anciano/as acompañados de familiares que los cuidaban. Una mujer mayor, agradecida porque le había prestado mi banquito portátil para que ella y su esposo descansaran, a última hora me metió en la fila de ella de un tirón en la manga de mi camisa. Así en medio de una irritada muchedumbre pude entrar al estacionamiento de una de las dependencias universitarias y hacer la cola final que me condujo a la vacuna reputada como muy efectiva para las variantes brasileña y sudafricana del SARS-CoV 2. Estaba muy encrespado porque después de un año de confinamiento, sin que hubiese sido mi elección, estuve en una peligrosísima aglomeración. En México ha habido episodios de vacunación desordenada que ponen en riesgo a los adultos mayores que constituyeron el primer grupo etáreo en ser vacunado.
Después de que el coraje me bajó, me puse a pensar en que soy de los pocos seres privilegiados en que hasta ese momento han sido vacunados en el planeta. Vivo en un país que pese a la arremetida propagandística de la derecha mundial, tiene un gobierno que se ha conducido con eficiencia ante la pandemia. En el momento de escribir estas líneas, se han aplicado más de 9 millones de dosis de la vacuna (1.083 millones de personas con segunda dosis). Desde mediados de 2020 se había llegado a los arreglos que explican la compra de 234 millones de dosis de cinco vacunas diferentes. Se calcula que a fines de abril la totalidad de adultos mayores estarán vacunados y a fines de 2021 lo estará la gran mayoría de la población.
No sucede así en otros lugares. La razón de ello estriba en la desigualdad que priva en el planeta. La información que he recabado me indica que hasta fines de marzo el 10% de los países del mundo (los países centrales y desarrollados) habían acaparado el 75% de las vacunas mientras que solamente el 0.1% habían sido asignadas a los países más pobres. Al finalizar marzo, 130 (67%) de los 195 países del planeta no habían recibido una sola dosis. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea se oponían a que países periféricos produjeran la vacuna. En los inicios del SARS-CoV 2, Andrés Manuel López Obrador presentó una iniciativa al pleno de la ONU para evitar que hubiese tal acaparamiento. La iniciativa fue aprobada por la inmensa mayoría de los integrantes de dicho organismo mundial. Poco menos de un año después, el propio presidente de México ha reconocido que tal resolución se convirtió en una simulación. Múltiples hechos de la pandemia han evidenciado la injusticia en la que vivimos. Así las cosas, en efecto me considero afortunado.