Eduardo Blandón
Estamos acostumbrados por las noticias cotidianas y quizá por nuestra tendencia pesimista a ver lo malo en lo que nos rodea. Somos dramáticos y no soy particularmente la excepción. La semana pasada, sin embargo, me di un baño de realidad con el testimonio de alguien cercano que resucitaba del Covid. Quedé frío. Tenía días de no ver reunida tanta entereza, humanidad y fortaleza de ánimo.
El afectado, que mantiene un canal de YouTube reseñando libros y que había desaparecido sin comunicarlo a sus seguidores, apareció tres semanas después destrozado (con al menos 20 libras menos, voz temblorosa y rostro mortecino). Era una piltrafa sin más valor que sus deseos inmensos por vivir y continuar trabajando.
Abatido físicamente, explicó al público las razones de su ausencia. Dijo que primero le habían diagnosticado pulmonía y que casi contemporáneamente había sufrido un infarto. Con voz cansina y trémula, añadió que pasó una o dos semanas sin despertarse. Soy una especie de milagro, sentenció, pero no quiero darme por vencido.
Así, terminado el protocolo obligatorio, retomó su canal desdeñando el episodio o reduciendo su importancia. No es que no supiera la trascendencia de lo ocurrido en su vida, pero quizá quería enseñar a los “youtubers” el valor del coraje, la determinación o la épica que debe privar en el ánimo de los súper héroes. Sin que él, con toda seguridad, adoptara la actitud de los arrogantes.
Esa conducta no suele ser moneda corriente en nuestros tiempos y es por ello que sorprende. A veces lo que abunda es lo contrario: el ánimo frágil y la voluntad fofa. Frente a ese carácter inhabituado al esfuerzo, el testimonio de nuestro protagonista vale oro. Con toda certeza demuestra que, si cultivamos en nuestra vida el sentido de lo humano desarrollando sus capacidades, podemos expresarnos de otro modo.
Realizarlo, más allá del rédito personal, es de beneficio social. Ayuda a instaurar un modelo alterno al que se impone culturalmente. Provocamos el cambio a través de la transformación de patrones que asumimos cada uno en nuestros contextos. Creamos tendencia al convertirnos en referencia con quienes tenemos contacto. Así, la experiencia ayuda a verificar que ser diferente es posible, que trasciende la literatura y da mayores beneficios a todos.
Uno duda a veces de lo humano y da todo por perdido. Ver, sin embargo, como es el caso del paciente recuperado de la enfermedad, la determinación por ser mejor y superarse a sí mismo, abre a la esperanza. Demuestra que, en medio de la maledicencia de unos, existe la generosidad de otros. Hacer la reflexión es solo andar la mitad del camino, resta decidirse por lo bueno y empezar el recorrido de los valientes.