Mario Alberto Carrera
Acaso el error más grande en el que sucumbimos cívicamente en Guatemala (en el fundamental contexto de su historiografía socioeconómica y de sus clases dominantes y represoras) es el de creer que se puede construir -o más bien pregonar- una democracia sobre la inequidad, la desigualdad y la no participación política ¡de todos!; y en cambió ¡sí!, con la y en la marginación de aquellos que no son del gusto ni resultan cómodos -en sus aviesas transas- para las instituciones del Estado siempre corruptas, partidos políticos -o agencias de clientelismo- y de la oligarquía absolutamente sedienta de más y más riqueza económica que es lo único que sacia su corazón de alcornoque. ¿O acaso tiene afecciones y emociones en su psicosis?
Y estos manejos y manoseos son los que de nuevo se han consumado en la elección de la última Corte de Constitucionalidad hecha a la medida del que paga (o pega) los terribles golpes bajos del clan Arzú y su compañía de acróbatas que -desde la Colonia y la Independencia- se mecen a su gusto en el amplio círculo o pista de una Guatemala crónicamente prostituida por los hijos de la nobleza “ayicinenal” y de quienes desde el Estado, el Ejército, la clerecía, los partidos políticos hacen causa común con la “desinstitucionalidad” del Estado paria y fallido.
Fallido porque no es así como se construye la democracia. No se levanta sobre la base de diseñar una institucionalidad al gusto del pastiche alevoso de la desaparición forzado -o no- de quienes deben participar en la construcción de la nación. Pero no parcelada sino íntegra. En la democracia debemos estar todos, participar todos y mandar ¡todos! O no indica la pobre Constitución Política que el bien común y la participación ¡democrática!, es lo que garantiza la realización integral del ciudadano?: tortas y pan pintado.
Pero no es así como acontece en este pauperizado país. Al contrario. Se usa y se abusa del poder político y se emplea para conseguir perversas situaciones. El “dictadorcete” ha cumplido con su cometido y encargo: manipular todos los hilos posibles del teatro de marionetas para conformar una corte de Constitucionalidad que garantice toda clase de ventajas al Pacto de Corruptos que, de una u otra manera, negocia con la oligarquía porque eventualmente es parte de él. ¿O no hemos visto a banqueros y hoteleros pasar por las cárceles vip o, al menos, en la torre de tribunales?
Toda esa podredumbre hedionda es la que no nos permite ya salir a flote. Y mientras vemos en El Salvador a un posible dictador en nuestras fronteras ¡huy qué horror! Dentro ya de nuestro territorio se consuma cada día más una dictadura por etapas, por turnos presidenciales, pero malditamente articulada que nos ha llevado a constituir el máximo tribunal del país por un antro que conforman un elenco de cómplices con delitos cometidos desde el poder, o de presuntos delincuentes. Y ya tal vez ni la señora Porras se salva porque procede -su primer turno en la CC- cual representante del trío Colom- Alejos- Sandra, miembros selectos del pacto de Corruptos. Acaso ni la USAC, también corrupta como se ha demostrado objetivamente ya, pueda tener una representación honorable en la CC.
El Estado, el Ejército, la clerecía, la oligarquía y la tricentenaria (en balde tantos años) caen en el mismo abismo cloacal y Guatemala de cabeza y atascada quién sabe si para siempre: el para siempre de cada quien en el tiempo.
Venceréis pero no convenceréis.
Aparece en el horizonte la luz de este sintético aforismo de Unamuno. Me niego -o algo muy dentro de mí se niega- a creer que la democracia sea sólo el espantapájaros de la dominancia. Vencerán pero no convencerán significa que aunque nos hayan ganado los venales y pervertidos una nueva batalla en la CC, no significa que han ganado la guerra para siempre:
¡Pero no convencerán!