Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra.

La asociación más clara entre feminismo y violencia es que el primero es una rebelión contra la segunda. A lo largo de miles de años las mujeres han sido víctimas de las más diversas violencias, entre ellas la de haber sido estigmatizadas como brujas y quemadas en una operación de poder que de acuerdo a las enseñanzas de Silvia Federici en su libro Calibán y la bruja, su cometido era recluir a las mujeres en las tarea domésticas a fin de que cumplieran un papel en la reproducción de la fuerza de trabajo que el capitalismo necesitaba. Pero la violencia hacia las mujeres tiene mil facetas: desde la violencia doméstica, en la cual son el 95% de las víctimas hasta el feminicidio pasando por las agresiones sexuales de la más variada índole. En su lucha contra las violencias que sufren las mujeres, en diversos lugares del mundo, a lo largo de más de un siglo, el feminismo ha generado un enorme hecho civilizatorio que lleva a la humanidad a repensarse a sí misma y a establecer nuevas relaciones de igualdad.

Dicho esto, desde México es imposible no asombrarse ante el grado de violencia que han manifestado algunos grupos de mujeres en sus demostraciones públicas. La última fue la que pudimos observar a través de los medios de comunicación el pasado 8 de marzo en la marcha en la capital del país con motivo del Día Internacional de La Mujer. Desde días antes el Palacio Nacional fue protegido por un alto y fuerte muro metálico porque por informaciones recabadas por servicios de inteligencia y también en base a los antecedentes de violencia en ocasiones pasadas, se preveía un ataque a dicho histórico edificio. Se pensaba que grupos extremistas de mujeres manifestantes intentarían quemar las puertas del Palacio y entrar en el mismo. Se pensaba que poner una valla de mujeres policías iba a ser insuficiente y pondría sus vidas en grave peligro.

Tales previsiones resultaron fundadas: grupos violentos de manifestantes encapuchados, entre los cuales había hombres, tiraron piedras, bombas molotov y con marros y barretas trataron de derribar el muro. En diversas partes del mismo estallaron incendiosm los cuales fueron apagados con extintores que también fueron usados contra los manifestantes. La violencia ocasionó que 62 mujeres policías y 19 civiles resultaran con heridas y que 9 de las primeras y una de las segundas tuvieran que ser hospitalizadas. En efecto, a las mujeres de México y de todo el mundo les sobran motivos para estar agraviadas y enojadas. En México después de varios años, los feminicidios apenas empiezan a ser contenidos y suman miles y miles los actos de violencia de todo tipo contra las mujeres. En el estado de Guerrero un senador a quien se le ha señalado como agresor sexual será el candidato de Morena a la gubernatura de la entidad. Obviamente sería un despropósito asociar al feminismo con estas manifestaciones iracundas puesto que sus protagonistas son minoritarias. Pero cierto es que estos grupúsculos no le hacen ningún bien a la causa feminista.

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