Mario Alberto Carrera
No todos pueden ni nacen para ser dictadores y seducir discreta o descaradamente a las masas. No todos nacen para hechizar o cautivar ni para conducir a tribus inmensas por un desierto inhóspito y agresivo y ante un mar Rojo colosal y apabullante.
Hay que tener ciertas condiciones, rasgos, genética y, finalmente, el ¡temperamento!, firme de un orador y dirigente ardiente para convencer y encantar a los pueblos de que se es el ungido por Dios o por el Diablo para llevar al conglomerado tribal hasta la tierra de promisión, donde brille una balanza justiciera y por lo mismo igualitaria; y poseer el magnetismo animal o mesmerismo que sea la dote con que lo obsequió la más destacada y poderosa de sus “hadas padrinas” en el templo bautismal o “circuncisional”.
Este parece ser el patrón sobre el que se ha ido recortando la figura (cool, según él mismo y de cachuca al revés como de marero porque también es seductor de maras) del presidente de El Salvador, antiguo Señorío de Cuscatlán, de origen náhuatl y de pocas raíces quichés o mames (dizque descendientes de los mayas) y supuesta punta de lanza del imperio azteca tan ajeno a “nuestros” mayas, en teoría. Lo menciono porque la genética materna de Bukele la conforman cromosomas de belicosos aztecas pipiles –tan alejados temperamentalmente de los pueblos de Guatemala– más bien parsimoniosos, conformistas y poco transgresores. ¡Y qué decir de sus raíces islámicas y musulmanas!, conquistadoras y seductoras en la guerra y en la pasión de Las Mil y Una Noches. Eso también lo recorta sobre otro patrón (“pattern” o paradigma) y tejido singular que lo ha podido acaso conducir al solio de presidente ultra populista con que hoy se perfila y con el que impresiona negativamente a algunos opinadores del columnismo guatemalensis: ¡huy, un dictador en nuestras fronteras a tres horas en carro y 22 minutos en avión! ¿Un mal ejemplo?
No hay nada que temer en Nayib Bukele. Es el hijo predilecto de la “new oligarchy” y nuevos ricos de Cuscatlán. Deja atrás a los Escalón, Guirola, Meza-Ayau o Dueñas –por jurásicos y ayicinenisas de la Independencia– e inaugura –con bombos y platillos cautivantes– un régimen populista de centro que por su propio peso cae que defenderá a capa y espada (y si puede multiplicará, lógicamente) los casi 500 millones de dólares de él y su familia inmediata, ornado y ceñido, él, con esplendores modernos y “populismo de lujo”, en el que se dona el salario porque es de poca monta para los espléndidos negocios de publicidad y de Yamaha, entre otras cosilla de prez y pro.
Lo primero que el grupo ayicinenista, –y los columnistas por encargo y no independientes de Guatemala- quieren imaginar es que Bukele lastimará sus propios intereses de clase y los medios y modos de producción mediante los que son archimillonarios los Bukele Kattán–Zablah, ¡con nada menos que un imán en la familia! Además, aquellos que deliran por los poderes absolutos, la inequidad y la desigualdad extrema tendrán que llorar sobre el modernismo agitador, populista y amigo tanto de las maras como de los nuevos ricos, del señor Bukele, quien prefirió no ser abogado para hacer mucho dinero –por quintales– y acaso bañarse en él, a solas, como Rico Mac Pato o como el águila que se retrató entre billetes y monedas de oro maldito.
Sobre el asunto de las dictaduras, Guatemala le puede dar cátedra a El Salvador. Con un Señor Presidente a cuestas, cualquier tratado sobre el cesarismo queda atrás, acaso sólo Tirano Banderas podría competir.
Se reelegirá mediantes arreglos constitucionales qué duda cabe. Ahora con mayor razón y apoyo. Pero no está cortado sobre el paradigma dictatorial de Evo ni menos de Fidel. Tal vez más cerca de Mussolini, Bolsonaro o Trump. Pero más bien –yo creo– que nada cerca de ninguno de esos matarifes: ¡Responde por la “new oligarchy” de Cuscatán y su neo-neoliberalismo!
Tengo confianza en Bukele porque él la tuvo en Thelma Aldana.