Alfonso Mata
El viernes 19 de febrero los países miembros del G7 y la UE comprometieron 4.3 mil millones para financiar “la distribución equitativa de vacunas, diagnósticos y terapias para COVID-19” y “a compartir dosis de vacunas con COVAX”. Sin embargo ¿qué vemos, qué recibimos? países donando vacunas por su cuenta. Esta es una estrategia, un sistema paralelo usado desde siempre: te doy pero me das y por supuesto más de lo que te doy. A ver con qué nos salen esos países dadivosos.
Por otro lado, los países miembros del G7 y no solo ellos, países como el nuestro también, han venido celebrando contratos con fabricantes de vacunas; actitud que socava los acuerdos que tienen con COVAX y reducen la cantidad de dosis que COVAX puede comprar y distribuir. Todo esto a mi ver, se entrelaza y provoca una aglomeración y disgregación de consensos, que trata de romper con un poder monolítico e internacional que necesitaba un buen tratamiento de la pandemia.
Entonces la estrategia de distribución de vacunas y de la campaña de inmunización mundial, se ha vuelto difusa, parcelada, llena de intereses que pone en competencia poderes individuales que hablan todos de beneficio para poblaciones propias, vulnerables y necesitadas pero que en el fondo, van en busca de beneficios ocultos, que indudablemente tienen un patrón: lograrse a costa de los demás y en muchos casos lucrar también.
Creo que estamos ante un hecho histórico no visto en pandemias de antaño, de las de antes del siglo XX. Si bien el gran negocio de antes eran las guerras y todo lo que se derivaba de ellas: venta de equipos, armas, alimentos, reconstrucción; en estos momentos vivimos un hecho histórico en que el engorde que vemos es de las farmacéuticas, de los productores de equipo médico y las compras a estos con ventaja para los distribuidores y compradores (ganancias individuales a las que el público llama robo y los funcionarios negocio), que generalmente no usan dinero de sus arcas sino de los pueblos. Ante los nuevos intercambios comerciales y la situación pandémica, todo el esqueleto del sistema económico se pone a su disposición: transporte, distribución, material y equipo de vacunación y en ese trajín comercial, los participantes en negociaciones también logran sus tajadas. Simplemente un cambio de rumbo de la economía y de los intercambios comerciales, alrededor de un fenómeno que a la fecha no sabemos si fue auténtico producto de la naturaleza o circunstancial creación del hombre para provecho de una élite aunque al final el que puso cuerpo y muerte fue siempre el mismo: el pueblo y por supuesto alguna que otra víctima comercial dada la competencia.
En ese caos, nada de compartir ciencia y tecnología, mercados sí. La lógica del comercio también supera a la lógica de la cooperación y el altruismo. La pandemia se juega en términos económicos. Entendámoslo: las reglas del virus y su enfermedad no son importantes y ¿qué pretenden las nuestras?: eso es lo risible, tratan de moldear las reglas de la pandemia a intereses individuales y elitistas. Acá no hay una partida de ajedrez, sino una chamusca de fut. No estamos ante un sistema que confía encajar en una configuración final (los funcionarios científico técnicos de la OMS sí que lo desean, los políticos no) según una distribución de pesos para borrar de la faz de la tierra el virus, ¡no! es de explotar su aparecimiento y esa ambición no conoce reglas ni datos. Basta analizar el primer año de evolución de lo ocurrido acá, en Norteamérica, en las Europas o Asia, para ver la veracidad de mi argumento.
Entonces el papel ha sido trabajar y controlar las respuestas que va dando el virus, no evitar a que este actúe y se reproduzca, y es por eso que vemos la campaña de vacunación llena de respuestas diversas y de lucha de operadores en competencia con pesos contradictorios, fruto de toma de decisiones sacadas de inferencias en función de intereses individuales, no del control de la pandemia.
Si el enfrentamiento a la pandemia es una guerra en que la intención no es acabar pronto con ella, sino una multiplicación de intereses, la intención de la OMS pierde valor, pues el control de la misma no es posible dados los impulsos que recibe y que son muchas veces contradictorios en intereses y objetivos que claramente bloquean su acción, siendo eso provechoso para el oportunista y no para el control de la pandemia.
Guerra contra la pandemia dentro de una guerra comercial. Ante eso, los sistemas de salud quedan anulados y amputado uno de sus brazos: la sanidad. A ello contribuye la creación del tabú traído por años y que se ha formado en una gran proporción de gente en lo más recóndito de su conciencia “la medicalización”; el hecho de que las enfermedades se curan y controlan con medicamentos, lo que les bloquea cualquier idea de prevención y ello acarrea toda suerte de injusticias, intolerancias e inequidades, conflictos y terror difuso. En tal condición el querer definir, analizar, sujetar a la pandemia, desaparece como un demonio dejando solo humo.
El contraste entre el punto de vista de los científicos y técnicos es indudablemente opuesto al de un mundo político comercial y puede rastrearse a través de lo ocurrido en un año de pandemia en donde sobresale como los medicamentos ocupan con claridad la mente de médicos, público y por supuesto de los fabricantes. Un temor inicial de la pandemia los primeros meses, producto de temor y duda, fácilmente ocupó inicialmente la mente, pero ésta no se deja sobornar y rápido movilizó un subconsciente perenne que vuelve a todos a su lugar y entonces se vuelve al ritmo de vida anterior con la esperanza de encontrar ese proyectil mágico que acabe con el enemigo intruso. Mientras: esperar y jugárnosla con lo que tenemos. Por el momento, la mayoría espera el descubrimiento y uso de ese medicamento mágico. Mientras tanto, desfilan ante nuestros ojos memes, WhatsApp, noticias, relatos de curas milagrosas. De remedios infalibles, de alivio y curas que realmente no resuelven el problema de la pandemia ni de sus consecuencias sociales y económicas ni aun en el propio individuo. Y eso no solo pasa con esta pandemia. Tenemos curas para la mayoría de infecciones que tienen miles de años de estar presentes y que siguen con nosotros. La razón es que el control de una epidemia requiere de controles médicos, sociales, económicos, psicológicos y ambientales que las fomentan. No sin conocimiento se ha dicho “esta epidemia se pudo controlar mundialmente en tres meses”.
Hace unos días una humilde señora le decía a otra que le preguntó si se vacunaría: Mire doña F, la enfermedad siempre ha estado con nosotros, así lo quiso Dios para que el sufrimiento nos hiciera humildes y mejores y deberíamos estar agradecidos que ahora sufrimos menos y poseemos muchas curaciones, no me voy a vacunar doña L”.
Termino con las palabras del Dr. Tedros de la OMS la semana pasada: “Incluso si tenemos los fondos, solo podemos entregar vacunas a los países más pobres si los países de altos ingresos cooperan en el respeto de los acuerdos que ha hecho COVAX y los nuevos acuerdos que está haciendo. No se trata de caridad; es una cuestión de epidemiología. A menos que acabemos con la pandemia en todas partes, no la acabaremos en ninguna parte”. Ciertas experiencias muestran que esto es difícil, por tanto, es posible que la COVID-19 estará con nosotros por buen tiempo. Esperamos que no se avecine otra pandemia.