Raul Molina
La unidad de los sectores progresistas en Latinoamérica es obligada para avanzar en las luchas ciudadanas, porque con el apoyo del imperio los sectores conservadores y reaccionarios, y con mayor razón los fascistas, se oponen a cualquier cambio que cuestione el modelo capitalista vigente y el sistema de dominación. Gran parte de las luchas se han tratado de encaminar por la vía de procesos electorales; pero al ser manipulados estos para favorecer a los sectores dominantes, las fuerzas sociales y políticas honestas han debido tomar la vía de la protesta social. Sólo la protesta social pudo impedir en Ecuador que Lenín Moreno entregara la soberanía y los recursos nacionales en sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, para canalizarse luego a la vía electoral. En las elecciones recientes, la corriente progresista logró un triunfo inobjetable, aunque debe ir a segunda vuelta, lo que obliga a plantearse una unidad más incluyente. El “estallido social” fue la respuesta del pueblo de Chile al insoportable modelo neoliberal vigente. Las movilizaciones y la dinámica social lograron aprobar en el referendo de octubre pasado, con cerca del ochenta por ciento a favor, la elaboración de una nueva Constitución. La unidad por el “Sí” y la “Convención Constituyente” no se pudo mantener con una lista única de candidaturas; pero se mantiene la determinación de incorporar en la Constitución las demandas sustanciales del Pueblo. La protesta social en Guatemala es la que ha logrado impedir la captura total del Estado por las mafias corruptas, que han sido manejadas por el sector privado y la Casa Blanca de Trump, y se espera que con el cambio de gobierno en Estados Unidos se propicie la recuperación del Estado, hoy fallido, neocolonial y caótico, y sumido en la corrupción y la impunidad.
He participado en esfuerzos unitarios para apoyar las luchas sociales y el avance político en Guatemala. Con ese espíritu, en 2012 formamos el Movimiento de Unidad Progresista y Popular (MUPP), con la idea de lograr la “unidad en la diversidad” de las fuerzas sociales y políticas progresistas y el movimiento popular. En lugar de avanzar en esa dirección, hubo sucesivos fraccionamientos. Nos sorprendió así la lucha por la dignidad, de 2015, con enorme unidad coyuntural, que logró derrocar al gobierno de Otto Pérez y Roxana Baldetti. Lamenté que dicha unidad fuera socavada por Washington y el CACIF, para imponer, con el engaño de las elecciones, los nefastos gobiernos de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, que se quitaron la careta democrática para establecer la “dictadura de la corrupción”. La unidad debe plantearse ahora en términos distintos, conforme a los objetivos finales del proceso. La unidad es de la gente honesta, ubicada en el espectro del centro-izquierda y sectores democráticos de la derecha. Ya no se plantea en términos ideológicos sino que en términos éticos. Las personas probas al poder y las personas deshonestas y corruptas a la cárcel. El objetivo es el cambio de régimen, para depurar el Estado completo y romper su sometimiento a los sectores de poder económico y político.