José Roberto Alejos Cámbara
¿Quiénes son estas personas a las que me refiero y que fue la incógnita de la semana pasada en mi columna? o ¿Quiénes son esas personas a las que me referiré hoy?
En el entendido de que no son los partidos políticos los responsables, sino las personas que han o hemos integrado y dirigido; las personas que han o hemos tenido que cambiar de un partido a otro, porque el partido (entiéndase sus dirigentes) traicionó los ideales y al pueblo que los/nos llevó al poder, o como la gran mayoría que migra a otro sin reparo cuando visualiza que su agrupación a la que ha pertenecido por años ya no tiene probabilidades de garantizarles su reelección. Y esto me trae el recuerdo de un polémico miembro del partido comunista, de los partidos de la Revolución, incluyendo al Partido Revolucionario en donde él estaba cuando yo me integré, Don Edmundo Guerrero, que pregonaba constantemente de esta frase: “En política se vale de todo, menos perder”
Aquellos políticos de cepa, con vocación de servicio, con lealtad a sus ideales; comprometidos con un plan de gobierno a largo plazo, con respeto a una ideología y más especialmente con verdadero afán de hacer las cosas bien para garantizar no heredar a sus generaciones una mala reputación, se fueron extinguiendo poco a poco.
Por distintas razones, la mayoría de ellas ideológicas, pero sobre todo porque estorbaban a quienes querían llegar o mantener el poder para conservar sus privilegios o adquirirlos si aún no los tenían, a esos verdaderos políticos los fueron desapareciendo, asesinando o como sucede ahora, desprestigiando de tal manera que la única salida era esfumarse de la vida pública, sin que ello implicara desaparecer de la vida terrenal.
Esa práctica no es nueva, la estrategia de mantener desprestigiada a la verdadera clase política data de la época de los griegos y de los romanos. Para esos grupos trepadores e infames es conveniente que la población no crea en los políticos, en los verdaderos políticos, porque saben que es por medio de la buena política en el ejercicio del poder o de la oposición, que se producen los verdaderos cambios. No se trata de defender a la clase política, porque como decía mi abuelito: “Ese perro es haragán, y voz todavía le pones alfombra”.
Quienes han manipulado, manipulan y pretenden manipular el sistema, saben encontrar las artimañas para poner trampas y tentaciones, encuentran la forma de ejercer la presión propicia a fin que un funcionario caiga. Gracias a Dios quedó atrás la práctica de eliminar físicamente a quien no cae a pesar de los montículos.
Al caer estos liderazgos incorruptibles son sustituidos por jóvenes ávidos de hacer dinero fácil, por dirigentes que, por lo que implica hacer campaña política, urgen de dinero fácil, de testaferros, de empleados ambiciosos, o de sus familiares que ocupan los puestos de incidencia, urgen de todo, menos salir a convencer a la ciudadanía con campañas de altura.
Y es que estoy hablando de algunos ricos y poderosos personajes del crimen organizado, del narcotráfico, y de tantas personas que pertenecen a grupos delincuenciales como la trata de personas, de armas y otros flagelos. Hablaremos de ellas y de ellos, es necesario que caminemos, participemos, porque si no… no avanzamos.