El pasado fin de semana se publicó el último semáforo, elaborado ya en plena escalada de los casos, y llama la atención cómo es que “milagrosamente” el municipio de Guatemala quedó en naranja al marcar exactamente el límite de los indicadores que le hubieran enviado al rojo capaz de forzar a importantes cambios en las regulaciones establecidas. De hecho muy poca gente, si es que alguna, tiene confianza en las cifras oficiales que se publican porque el número de pruebas sigue siendo mínimo, a lo cual ya la población se acostumbró tanto que no le preocupa la baja tasa de test realizados por número de habitantes. De hecho, como somos un país acostumbrado a la chambonada, al principio hubo alguna exigencia para que se incrementaran las pruebas pero ante la incapacidad demostrada resultamos resignados y como consecuencia se dejó de poner tanta atención al informe sobre los casos diarios.
Los hospitales están saturados, según dicen las autoridades de salud, pero resulta que el semáforo sigue firme en naranja y eso permite, por ejemplo, que en varias iglesias católicas se sigan realizando oficios los domingos sin ningún tipo de prevención como ocurre en una concurrida iglesia de la zona 10 capitalina. Todas las bancas habilitadas y dejan entrar a la cantidad de personas que se presente sin control alguno y si bien la gente tiene que llevar mascarilla, es notable lo que el presidente llamaría el “apuñuzcamiento”.
Los colegios inician ya clases presenciales gracias a las facilidades que ofrece el color naranja que facilita ese tipo de actividades y basta que el “tata gobierno” asigne ese color al semáforo para que todos nos sintamos tranquilos de que la vida puede seguir como si no estuviéramos en plena pandemia, no digamos en pleno aumento de casos como consecuencia de los descuidos del fin de año.
La revisión del último semáforo es ilustrativa porque el Municipio de Guatemala, el más grande del país, hizo micos y pericos para colocarse exactamente en 7,5 y eso le permite continuar con la normalidad que hemos tenido en los últimos meses. 7,5 es la cifra más alta del naranja y también la más baja del rojo, según lo que dicen las autoridades, o sea que igual pudimos caer de un lado que del otro en el semáforo.
Si a eso sumamos la irresponsabilidad de mucha gente que no toma en serio las cosas, tenemos que preocuparnos seriamente por lo que se nos puede venir. Sin gobierno eficaz y sin ciudadanía responsable, pinta mal el panorama.