En los últimos cuatro años el cabildeo de guatemaltecos en Estados Unidos fue intenso para convencer al gobierno de Donald Trump que la cacareada lucha contra la corrupción era nada más y nada menos que una poderosa conspiración de la izquierda internacional para convertir a nuestro país en una nueva Venezuela y que, así como a él lo acosaba la izquierda con una cacería de brujas (como él llamaba al trabajo del Fiscal Especial Robert Mueller que investigaba la intromisión rusa en las elecciones de 2016), aquí se había montado toda una patraña inventando una inexistente corrupción para provocar un cambio de gobierno. Iban y venían los enviados del gobierno y los empresarios, todos interesados en acabar con las investigaciones que les implicaban, y contando con el concurso de un embajador guatemalteco perteneciente a esos movimientos religiosos radicales que tanto se han empoderado en Estados Unidos y en el mundo, y lograban abrir no sólo las puertas de la Casa Blanca sino del Senado y del Congreso, donde algunos personajes se convirtieron en caja de resonancia de lo que los cabilderos predicaban.
Y Donald Trump le supo sacar raja a ese lloriqueo de los guatemaltecos, al punto de que forzó a la firma de un acuerdo de tercer país seguro y a que el régimen de este país se volteara contra los intereses de los migrantes que, como cruel paradoja, son el motor de nuestra economía, en mucha mayor medida que los poderosos empresarios que hasta mantenían delegaciones permanentes en Washington para que sus emisarios hablaran todos los días con sus contertulios.
Hoy, 21 de enero del año 2021, la visión en la Casa Blanca y en Washington cambia radicalmente porque de la misma manera que se va por un tubo la patraña de que la investigación de Mueller era una cacería de brujas, se termina eso de que en Guatemala la izquierda internacional, el comunismo, estaba realizando una cacería similar en contra de pobres y prestigiosos políticos y empresarios que nunca se habían robado un centavo y a los que una conspiración dirigida por Iván Velásquez estaba llevando al banquillo de los acusados. Hay gente en el equipo que dirige las relaciones con América Latina que sabe exactamente qué pasó y por qué pasó lo que ocurrió.
El avasallador paso del Pacto de Corruptos empezará a encontrar tropiezos que no se podían imaginar gracias a la enorme protección que les brindaba la misma Casa Blanca, reflejada en la foto aquella de Trump supervisando la forma en que Degenhart firmaba el sometimiento guatemalteco.