Luis Fernández Molina
“Quod natura non dat Salamantica non praestat.” Es que Salamanca es sinónimo de Universidad. Una de las primeras y más prestigiosas. Germen feliz del pensamiento moderno y cuna de los escolásticos. Por eso, cuando me pusieron al alcance una tesis doctoral de dicho casa de estudios, sentí el impulso de ponerme guantes de terciopelo.
En efecto, un amigo, español “chapinizado”, que degusta con igual deleite los tamalitos de chipilín como las morcillas de Burgos y un lechazo, me obsequió un ejemplar de su tesis. Un trabajo muy interesante y variado. Conservando el rigor propio de ese centro académico, documenta información de varios españoles que, igual que él, vinieron a echar sus raíces en los suelos indianos en migraciones del siglo pasado. Aunque es materia doctoral su contenido es ameno y motiva leer mini-biografías sobre los diferentes personajes objeto de la investigación.
Por razones de espacio me referiré igualmente sólo a algunos de ellos. Debo admitir que poco conocía de Jaime Sabartés Gual, asistente personal de Pablo Picasso, quien residió algunos años en Guatemala y traía varias pinturas del eximio malagueño que ofreció en venta. ¿Quién las habrá adquirido? ¡Compro!
Cuando era niño escuchaba del restaurante de Isaías Rebolledo, vasco, y su afamado bacalao a la Vizcaína. También de Manuel Domínguez, Manolo, gallego que atendía en La Beneficencia Española, los callos de la Mezquita. Igualmente el restaurante de Mario Morilla, Mario´s. Pero los expertos culinarios son solo un segmento de la investigación. En abarroteros incluye a Luis Cubillas Marañón, de Cantabria; al palentino Jesús Martín Montes. Entre los empresarios escribe sobre Juan Bautista Gutiérrez, Félix Montes Cossío, Julián Presa Fernández, el grupo Botrán, Pedro Bosch-Gimpera.
Entre los académicos y escritores están mi maestro Salvador Aguado Andreut, el poeta Amable Sánchez, el escritor Francisco Pérez de Antón. Hace la obra justicia a una maestra poco conocida, María Solá de Sellarés como también a los pintores Fernando Calduch, Ramón Ávila y el escultor Justo de Gandarias y Planzón.
Como docente universitario, me ha llamado la atención es el impulso académico que trajeron. De hecho, detrás de varias de nuestras universidades está un peninsular. No voy a mencionar (pues sale del estudio) a Francisco Marroquín quien, en siglos pasados, fue el promotor de la San Carlos. Pero en años recientes están los baluartes: Santos Pérez Martín (Landívar), Ángel Roncero (fuerte aliado de Manuel Ayau en la UFM), Félix Serrano de Ursúa (Mesoamericana).
Entre los religiosos incluye a Isidro Iriarte Aguirrezábal, Mario Casariego y Acevedo, Luis Mario Martínez de Lejarza Valle, Gonzalo de Villa y Vásquez (nuestro actual obispo). Habla de hermanos maristas –mis mentores— y de otras órdenes.
La lista es más extensa (y necesariamente limitada), pero más que una mera recopilación, minuciosa por cierto, la tesis profundiza en aspectos colaterales: Las causas de la migración, los efectos de la Guerra Civil Española que a todos afectó, algunos por haberla sufrido en carne propia y a otros por haberse acomodado a las penurias de los años inmediatos. Analiza el autor el marco histórico y social del siglo pasado así como el impacto que ha tenido en el país esa oleada “moderna” de españoles. Después de todo son un elemento que se integra a ese gran conjunto que se llama Guatemala.
Algo más pone en relieve la obra: que un empresario exitoso y atareado (como lo es el autor) puede complementar su formación intelectual para la integración del ser humano completo.
Al tiempo que felicito efusivamente al autor le agradezco al amigo, Miguel Castro, perdón, el doctor Miguel Castro Gómez, que el obsequio de tan interesante, rigurosa y amena, tesis doctoral. Vale la pena leerla.