Carlos Rolando Yax Medrano
Los partidos son asociaciones de individuos cuya función es canalizar los intereses y demandas de los ciudadanos al gobierno, de manera que sean satisfechas. Son el instrumento al que la democracia recurre para operativizar la representación, en el ejercicio de la soberanía. Representan aspectos y grupos específicos de la sociedad que comparten características, canalizando sus intereses hacia el gobierno para acceder al poder político. Una de esas características es la ideología.
La ideología es un conjunto de ideas que representan la concepción de la realidad, construidas y compartidas por un grupo de individuos. Ese conjunto de ideas determina los intereses y demandas que se canalizan al gobierno para que sean satisfechas y, por lo tanto, constituye un elemento de identificación o distinción. Por lo tanto, es un elemento imprescindible para la existencia de los partidos.
Sin ideología, los partidos no pueden crear identidad en la ciudadanía porque no existe un elemento de identificación entre los ciudadanos. En consecuencia, una vez colocados los candidatos en cargos públicos, no habrá nada que unifique a los individuos que integran el partido y éste se desintegrará.
Sin ideología no puede haber diferenciación de partidos porque no existe un elemento de distinción entre los ciudadanos. En consecuencia, sin importar cuántos partidos haya no habrá diferencias entre ellos y, como resultado, tampoco habrá diferencias entre las demandas que se canalizan al gobierno para ser satisfechas.
Por lo tanto, la ideología es fundamental para la existencia de los partidos en las democracias. Es a través de los partidos que se accede al poder político y se canalizan los intereses y demandas de los ciudadanos al gobierno, de manera que sean satisfechas. Sin embargo, el gobierno se hace por medio de los poderes ejecutivo y legislativo del Estado. El poder judicial debe ser independiente para garantizar la imparcialidad e igualdad de todos los ciudadanos, de manera que todos jueguen el mismo juego bajo las mismas reglas.
Al hacer referencia a la Corte de Constitucionalidad, que ni siquiera es un poder sino un órgano de control, la discusión respecto a su conformación no debe centrarse en la ideología. La función de la Corte de Constitucionalidad no es canalizar los intereses y demandas de los ciudadanos, de manera que sean satisfechas. Su función es defender el orden constitucional, velar por el cumplimiento de la Constitución Política de la República.
El clivaje más importante para Guatemala se encuentra entre el combate a la corrupción y la cooptación del Estado. En este momento se debe reconocer que solo hay dos grupos: quienes queremos una Guatemala mejor para todos y quienes quieren mantener la Guatemala solo para sí mismos. Para que gane el combate a la corrupción y para que ganemos quienes queremos una Guatemala mejor para todos, debemos enfocarnos en que la Corte de Constitucionalidad y las Altas Cortes se conformen por personas de reconocida honorabilidad, que sean idóneas, capaces y honradas. Necesitamos servidores públicos que le sirvan a algo más grande que su propio poder.
El enfrentamiento ideológico, la pugna de intereses y demandas que queremos que sean satisfechas, debemos trasladarlas a los partidos, a los organismos legislativo y ejecutivo. Acordemos librar de la corrupción a nuestras Cortes y no dividirnos en el camino, para poder tener las discusiones ideológicas donde corresponden.