Por Jorge Santos
Guatemala, Cuba, Venezuela, Granada, Panamá, Puerto Rico, Colombia, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Irak, Afganistán y Siria son algunos de los países que conocemos en carne propia la intervención, el asedio y la invasión de los Estados Unidos de Norteamérica en nombre de la “democracia, la libertad y el progreso”. Autoproclamándose “gran y magnánimo juez” con el poder de autorizar, o no, los sistemas políticos y las decisiones de pueblos soberanos según sus estándares doble moralistas de lo que es la democracia; hoy el Estado norteamericano se enfrenta a la verdad escondida detrás de su mito fundacional de los “fundadores de la patria” quienes en realidad forjaron su dominio al amparo del genocidio en contra de las poblaciones originarias, en base a la explotación capitalista de familias migrantes durante la primera y la segunda guerras mundial y el profundo racismo del sistema esclavista que hoy encuentra su respuesta en el movimiento #BlackLivesMatter.
Esto no es nada nuevo, mientras el Gobierno gringo impulsaba invasiones a los países independientes del Centro de América; también en su propio territorio impulsó juicios políticos contra lo que paradójicamente consideraba una amenaza a la democracia – la oposición política-. El centro del poder político defensor mundial de la “libertad”, no permitía la libertad política e ideológica, sino imponía a toda su población un traje invisible, cómodo para la élite política decidida a defender sus privilegios en el sistema capitalista. La competencia individual y la falsa libertad pasaron de la arena política a la escuela, al sistema de salud, al mercado incluso a sus patrones alimenticios. Así, el imperio inicio su descenso desde hace algunas décadas.
Bajo el falso mandato de la ley y el orden, Washington a manejado según sus intereses la política de la región sobre la cual se consideran con derecho por ser “su patio trasero”. Critican y se burlan de las Repúblicas Bananeras, mismas que ayudaron a forjar, mientras en su propio territorio restringen libertades y son indulgentes con quienes apoyan los llamados al ataque en contra de la institucionalidad democrática. Sin embargo, su techo de cristal se quebró, su tan publicitada “democracia” se resquebraja a pedazos y se asoma pestilente frente al mundo que le observa.
El grave problema para países tutelados, como nosotros, radica que mucho o poco de lo que sucede allá, en el epicentro del poder político y económico del mundo, impacta profundamente acá. Mientras más autoritario, fascista e imperialista sea el presidente gringo, más legitimidad impondrá para quienes acá ejercen el poder en esa misma forma. Mientras allá, en el norte, más ignorante y más fascista el presidente, más corrupto, autoritario y fascista es el poder político y económico aquí -y en la región-. Romper con esa lógica fascista y autoritaria del poder, supondrá construir otro estado.
De ahí la necesidad de articular fuerzas y movilización entre los Pueblos que habitamos este continente y romper así con las cadenas evidentes y las no tan evidentes y construir otra humanidad posible.