Víctor Ferrigno F.
En el marco de crecientes protestas sociales, el pasado 26 de noviembre, el pacto de corruptos que dirige el Congreso de la República decidió archivar el presupuesto nacional, aprobado alevosamente para 2021, y suspendió la aprobación de dos préstamos internacionales.
Por su parte, aislado y a regaña dientes, el presidente Giammattei reapareció en la escena política, para anunciar la reconciliación con el Vice-presidente Castillo, a quien le asignó dos tareas cruciales: la reformulación del presupuesto nacional 2021, con mecanismos de concertación social y transparencia, y asumir la reconstrucción de un tercio del país, afectado por las dos tormentas tropicales, Eta e Iota.
Después de haberse retirado de la conferencia de prensa, Giammattei regresó al podio, acompañado por Castillo, y explicó que por un lapsus suyo, olvidó anunciar que a final de año quedará disuelto el cuestionado Centro de Gobierno, dirigido por Miguel Martínez. Antes, ya había informado que se les pidió la renuncia a todos los ministros, viceministros, secretarios y directores –lo cual es un procedimiento usual cada fin de año- de manera que abrió una puerta ancha y elegante para la salida de Martínez y, probablemente, de Gendry Reyes, el repudiado ministro de Gobernación, a quien se le sindica de ordenar la represión contra los manifestantes, y orquestar la quema del Congreso.
En el ámbito internacional, al presidente Giammattei le fracasó la maniobra de invocar ante la OEA la Carta Democrática Interamericana, aduciendo que le querían dar un golpe de Estado, pues el informe de la misión que vino desmintió tal extremo, y dio cuenta de la crisis político-institucional que vivimos.
Cabe interpretar que todo lo anterior tuvo, entre otras causas, la intención de atemperar el encono popular contra el pacto de corruptos que ha cooptado al Estado, y lo saquea impunemente. Sin embargo, las protestas, manifestaciones y bloqueos carreteros continúan, exigiendo la renuncia del mandatario, de la Junta Directiva del Congreso, la elección de Cortes y la dimisión de la Fiscal General.
Los logros políticos enumerados no son poca cosa, y se obtuvieron por la convergencia de muchos factores, tales como las presiones de la embajada, la falta de apoyo de la directiva del CACIF, las contradicciones por los negocios ilícitos entre los militares contrainsurgentes que rodean a Giammattei y el Alto Mando del ejército, los fracasos sanitarios, la recesión económica, etc. Sin embargo, debe reconocerse que el factor determinante fueron las movilizaciones ciudadanas; sin ellas, las contradicciones listadas no hubieran hecho tanta mella, ni hubieran forzado la reculada. Se trata, sin regateos, de una victoria del movimiento social.
Siguiendo la tendencia del movimiento ciudadano de 2015, varios sectores están demandando una Asamblea Plurinacional Constituyente. Para ello, aún hay un largo trecho que recorrer, comenzando por establecer un espacio de concertación social que, como lo fue la Plataforma Nacional para la Reforma del Estado, permita establecer una nueva hoja de ruta, reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos, constituir nuevos partidos distritales, ganar las elecciones y acordar los rasgos del nuevo Estado Plurinacional a construir.
Todo lo anterior es necesario y válido pero, hoy por hoy, hay que atender a los más de 640 mil damnificados (ONU) por las tormentas, y librar las batallas contra la pandemia, el hambre y la peste de la corrupción.
Ojalá, dentro de muchos años, recordemos al 2021 como el año en el que contuvimos a la peste, recuperamos al Estado cooptado, derrotamos al pacto de corruptos, e iniciamos la construcción de una nación justa, incluyente, democrática y plural. Soñar se puede; luchar también.