Mario Alberto Carrera
Antes que todo hay que proclamar lo siguiente: Guatemala es uno de los países de América Latina con mayor vocación por -y a las dictaduras- a lo largo de su vida singularmente “independiente” en el lapso de los últimos 200 años. Los 300 anteriores no cuentan en este juicio. Los jubilo por obscenos méritos: la Conquista (o encontrón de dos culturas) y la Colonia fueron ámbitos políticos en los que reinó una especie de mezcolanza agreste y sórdida entre el esclavismo y el calabozo feudal, es decir, la dictadura totalitaria del absolutismo absoluto (oh, el pleonasmo) de la Corona imperial.
La dictadura es el fracaso de la democracia y su consiguiente sabor acre a frustración humana y social. La dictadura es la disolución, anulación o coagulación de los otros Estados (como se llamaban a la altura de la Revolución Francesa) o poderes de una nación. Dictadura fueron, por tanto, las sonoras e impúdicas satrapías de Estrada Cabrera y de Ubico pero, asimismo, las de Ríos Montt y Mejía Víctores (abiertas y claras) y -aunque con apariencia de democráticas por haber arribado por fantasmagóricas y mágicas elecciones “libres”- la de Arana Osorio o la más grotesca de Lucas García. Y lo son la de Morales Cabrera y la de Giammattei Falla. Totalitariamente presidencialistas de la oligarquía.
Ante tal erial de nuestra historia –el de un continuado cesarismo que nos aboca al páramo del fracaso y la frustración porque no conocemos en verdad la democracia ni por encima- ¿podemos hablar entonces de modelos socioeconómicos (y por lo mismo políticos o al revés) fracasados en Guatemala?
En consecuencia el argumento que querría exponer es el siguiente, dado que ya he comenzado a pergeñar las premisas. ¿En un país como el nuestro en el que su historiografía demuestra una vocación o inclinación “avernal”, cavernaria y abisal por las dictaduras, se puede hablar de modelos socioeconómicos que corresponden y se articulan -sabia y correctamente políticos- sólo en las democracias?
La respuesta que se me viene a las mientes (y fíjense que digo mientes y no pensamiento o razón) es la siguiente: Guatemala es un raro y peculiar engendro en el que -en el oscuro seno de casi 200 años de dictaduras proteicas y polícromas- se han introducido -a la fuerza y jalados hacia adentro y no hacia afuera como con fórceps invertidos- rasgos y perfiles del ultra capitalismo y del neoliberalismo que han producido un efecto que va más allá del capitalismo salvaje.
El sistema económico bancario y sus clones de tarjetas de crédito, etc. El mundo gélido y distante de la informática y la cibernética. Dos o tres universidades supremacistas y onerosísimas. La libérrima empresa que aquí desbarra en el oligopolio y en el monopolio inconstitucional y otros avances “progresistas” y comerciales como la compra venta hipotecaria usurera de viviendas y automóviles son –todos los enumerados y otros más- rasgos del modelo consumista ultra capitalista y neoliberal que corresponden a países sobre todo del primer mundo, donde más o menos funcionan sistemas en y con democracias tendentes al socialismo de una manera u otra.
Guatemala es una “dictadura democrática”. El sólo enunciado que acabo de escribir y usted de leer, parece un parlamento del teatro de Beckett o Ionesco, por el total absurdo que inviste. Pero así se planta y así se yergue en la Historia.
Y aún más para caer en la absurdidad total: Guatemala es una “dictadura democrática” que asume -ante sus propios habitantes crédulos e ingenuos y ante el mundo entero- que es una dictadura democrática (así sin las comillas ya) y ¡además!, en el marco de ciertos avances maravillosos, estruendosos y modernistas a ultranza como la informática, la cibernética y las laptop a granel que lo ponen in. Y otras muchas más bellezas que arriba ya le enumeré.
Paradojal y monstruoso: vivimos en una dictadura democrática –de rasgos algo medievales- pero con los avances técnicos del capitalismo que nos esclavizan a su salvajismo y nos atan a su deshumanización. (Lástima no poder poner un emoticón con carcajadas de dolor).
Continuaré.