Por CARA ANNA y ELOGE WILLY KANEZA
NAIROBI, Kenia
Agencia AP
Los hombres derribaron la puerta a patadas antes del amanecer. Irrumpieron en la casa y esposaron al refugiado de Burundi, preguntando por qué su esposa se quedaba ahí de pie llorando.
En cuestión de minutos, se habían marchado. Ese día de marzo fue la última vez que vio a su marido, explicó la mujer a The Associated Press. Fue uno de los al menos 18 refugiados y solicitantes de asilo burundeses que sufrieron desapariciones forzosas en campos de refugiados en Tanzania durante el último año aproximadamente, según un nuevo reporte de Human Rights Watch.
Muchos fueron torturados en una comisaría en Kibondo, Tanzania, indicó el reporte. Siete seguían desaparecidos. Tres fueron liberados tras varias semanas. Ocho fueron entregados a las autoridades en Burundi y encarcelados «en condiciones espantosas» sin el proceso debido, lo que apuntaba a una colaboración con la policía y los servicios de inteligencia tanzanos, según el reporte, que destacó la presión sobre los refugiados para que vuelvan a su país y acusó al nuevo presidente de Burundi de continuar con la política de represión.
Muchos de los más de 150.000 refugiados en Tanzania huyeron de la inestabilidad política en 2015, cuando se acusó a las autoridades en Burundi de reprimir las protestas contra los planes del ahora fallecido presidente Pierre Nkurunziza de presentarse a otro mandato, que finalmente obtuvo. La oficina de derechos humanos de Naciones Unidas reportó más de 300 ejecuciones extrajudiciales y fue expulsada del país. El gobierno de Burundi niega los ataques contra su población.
Ahora, desde prisión, algunos de los refugiados capturados dicen que se les acusa de formar parte de grupos armados no identificados y afrontan cargos poco concretos de intentar causar problemas. En algunos casos, se les dijo que las autoridades de Burundi habían informado sobre ellos a policías y agentes de inteligencia en Tanzania.
Los refugiados dijeron que la policía tanzana les había colgado del techo por las esposas, «les dieron descargas eléctricas, frotaron sus rostros y genitales con chiles y les golpearon y azotaron», indicó el informe.
«Gritamos como si nos estuvieran crucificando», dijo un refugiado al grupo de derechos, señalando que la policía había exigido el equivalente a 430 dólares, un dinero que no tenía. Cuando se le dio la opción de seguir detenido o ser devuelto a las autoridades en Burundi, escogió regresar.
«Nunca había sido un problema tan grave», dijo en una entrevista la directora en África de Human Right Watch, Mausi Segun. «No sabemos cuál fue el detonante», señaló, aunque los secuestros comenzaron en torno a la época en la que las campañas electorales en Burundi entraban en su recta final el año pasado.
No estaba claro si las desapariciones habían continuado tras los comicios en mayo, señaló.
Los ocho refugiados que aceptaron regresar a Burundi «eligieron volver porque el dolor era increíble» tras la tortura recibida, y porque no podían pagar las sumas con las que se les estaba extorsionando, dijo Segun.
Desde prisión, señaló, algunos dijeron que se les había cubierto el rostro y atado las manos para el traslado por carretera hasta la frontera, y que después les habían llevado a Bujumbura, donde agentes de inteligencia les interrogaron de nuevo.
«Les dijeron que serían liberados, pero no pasó nada», dijo Segun.
La mujer en Tanzania que describió la desaparición de su esposo dijo a AP que la policía local amenazó con detenerla cuando intentó saber qué había sido de él. Después acudió a la oficina de la agencia de refugiados de Naciones Unidas, donde le dijeron que estaban monitoreando el caso.
Al final, tras no conseguir nada, «Decidí no seguir más el caso porque no quería que mis hijos fueran huérfanos», dijo. «Hasta hoy, no sé dónde está».
La agencia de refugiados de la ONU dijo a Human Rights Watch que ha expresado de forma reiterada a las autoridades tanzanas su preocupación por las desapariciones, y que el gobierno dijo que había una «investigación de alto nivel en marcha». La agencia de la ONU dijo no tener noticia de que hubiera resultados.
No estaba claro si el gobierno de Tanzania estaba al tanto de la situación, indicó Segun. «No ha habido respuesta de los tanzanos, lo que no es sorprendente». En el pasado, el grupo de derechos ha documentado presiones de las autoridades tanzanas para que los refugiados vuelvan a su país.
Tampoco las autoridades en Burundi respondieron a las acusaciones.
El nuevo presidente, Evariste Ndayishimiye, ha instado a los refugiados en Tanzania a regresar. Pero su gobierno parece «más o menos lo mismo» que el del fallecido presidente Pierre Nkurunziza.
«La misma gente que estuvo en el cargo durante esos años horribles en Burundi sigue en el cargo», indicó Segun, una opinión similar a la que han expresado otros grupos de derechos humanos en los últimos meses.