Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Los efectos de Eta siguen presentes. Miles de familias en situaciones que arrancan las lágrimas, alcaldes que viven momentos complicados porque no alcanzan a dar respuesta a tanta necesidad, tanta desolación y severa destrucción que dejó el agua en su paso.
Muchos deudos que lloran a sus muertos en un año que ha sido complicado en muchos aspectos (aunque siempre hay luz al final del túnel), al tiempo que ven desvanecerse ilusiones y anhelos que se escurrieron como agua entre las manos.
Y ni bien hemos salido de un problema y ya debemos estar pensando en un segundo golpe con Iota. Hay cosas que uno no entiende en la vida, como que este huracán tenga la misma ruta que Eta. Llueve sobre mojado y le llueve a gente que, por nuestra incapacidad, tolerancia e indiferencia, no le hemos podido responder para generar oportunidades que los hagan salir del círculo generacional de la pobreza.
Y mientras como país, muchos estamos con ese pendiente, los mañosos aprovechan la oscuridad del punto para pactar un Presupuesto 2021 que servirá para ir a llenar una buena cantidad de maletas como las que le encontraron a Benito en La Antigua y por las que el Ejecutivo y Legislativo no dijeron ni pío. Ese dinero lo hubiera tenido algún magistrado de la Corte de Constitucionalidad (CC), fiscal o personaje que no les gusta y hubiera mandado a traerlo, “píe con jeta” como decimos en buen chapín.
¿Para qué aspirar a tanto dinero con el Presupuesto 2021 si ya sabemos que buena parte de ese dinero servirá para pagar la costosa fiesta de la corrupción en Guatemala? Fiesta de impunidad que es como esa maratones de música electrónica que nunca se acaba.
¿Para qué asumir tanta deuda y seguir jugando -aún más- con el futuro de las generaciones que ni han nacido, cuando todos sabemos que adquirimos deuda no para invertir en el futuro de la gente sino en el futuro de una bola de pícaros que ponen mucha cabeza en las formas para clavarse el pisto?
¿Para que jocotes queremos tanto dinero, si ya sabemos que para lograr la aprobación del mismo el Gobierno ha tenido que cumplir con plazas, obras de infraestructura y otras millonarias concesiones, cuando la gente más necesitada y golpeada en este país, así como el ciudadano honrado y el empresario cabal, se la ve a palitos si quiere operar de forma legal y afuera del sistema paralelo de corrupción e impunidad?
¿Presidente, tanto aspirar llegar a la Presidencia para tropezar con las mismas piedras que lo han hecho los de antes? Lejos quedaron aquellos tiempos de candidato sin chance de ganar que le permitían a Alejandro Giammattei decir las cosas como eran.
El mandatario dijo que no quería ser recordado como “un hijo de puta más” en la presidencia, pero desde el 14 de enero sucumbió a los financistas y a las mafias del Congreso cuya especialidad es darle la espalda a la gente pero que sí tiene doctorado en sucios negocios que los hacen convertirse en millonarios sin mayor esfuerzo.
Cuando la gente estalle, cuando el país reviente habrá caras que nunca se olvidarán porque son la gota que están rebalsando un vaso que hemos dejado que se venga llenando sin hacer nada, pero así como los políticos y sus socios particulares tienen cuota de culpa y dosis de responsabilidad, igual la tenemos los ciudadanos que hemos permitido tales atrocidades.
Ojalá no muera tanta gente como con Eta, que para quienes están incomunicados Iota no sea su sentencia de muerte y no queda más que rezar, aunque quienes tengan el poder para hacer algo e incidir, decidan a estas horas y con la nueva tormenta en la nuca, pactar de forma asquerosa un presupuesto con las mismas mañas de siempre.
Dan asco los pactos pero más patética es nuestra incapacidad para parar el saqueo.