Danilo Santos
A quienes van por la vida con actitud de Narciso, especialmente a quienes ejercen liderazgos políticos, se les olvida que su engreimiento solo los llevará a ahogarse en el intento de besar su propio rostro reflejado en las aguas del poder. Su Némesis llegará, porque la ignominia no se olvida. Por mucho que haya tardado, Ríos Mont fue condenado por genocidio, Otto Pérez fue ligado a proceso por varios casos de corrupción, y hay un largo listado de exfuncionarios y empresarios prófugos de la justicia.
En las últimas apariciones del Presidente, el desmesurado sentido de su propia importancia raya en un narcisismo enfermizo. Esto deja ver que sus círculos más cercanos (otros liderazgos parecidos) lo llenan de excesiva atención y admiración, lo cual es el alimento de personalidades enfermas de reconocimiento. Giammattei ha entrado ya al selecto grupo de líderes ensimismados, autoritarios y fundamentalistas como Jair Bolsonaro, Donald Trump, Jeanine Áñez, Mauricio Macri, Lenín Moreno. Distinción poco honrosa pero ganada a pulso en once meses de gobierno. Una característica que comparte este grupo es la de demonizar a cualquiera que no apoye sus designios; estás con ellos o estás contra ellos.
Estos liderazgos negativos y arrogantes polarizan mientras piden lo contrario.
El neurólogo David Owen llama al exceso de arrogancia que denota el Presidente, como “síndrome de Hubris”, “este impulsa al individuo a sobrepasar todas las barreras que limitan sus acciones y deseos, sin importar los desastres que puedan causar en una sociedad”. El día que los servidores públicos entiendan que su principal función es la de procurar el bien común y no su gloria personal, tendremos políticos útiles para el Estado.
Contestar a periodistas de manera abusiva y negar la realidad que le hace ver como un maleducado, desvela el autoengaño en el que el Presidente vive. Según él, con el Alcalde de Carchá no pasó nada, no existen comunidades aisladas como consecuencia de Eta, no se ha perdido ningún dinero (¿DÓNDE ESTÁ EL DINERO?), el Centro de Gobierno es una maravilla y el Covid19 ya pasó. Lo lamentable de tal estado de negación y arrogancia, es que las consecuencias las pagan los vilipendiados de siempre y que son acarreados a las urnas cada cuatro años.
Si hacemos un recorrido por los poderes del Estado, encontraremos que la presidencia del Congreso de la República, la mayoría de las jefaturas de bancadas y presidencias de comisiones, están también en manos de liderazgos narcisistas y autoritarios; así como magistraturas de togados reelectos en la Corte de Constitucionalidad y sus pares en la Corte Suprema de Justicia y, por si fuera poco, también en el Ministerio Público. Es decir, tenemos una clase política enferma y lesiva a los intereses de la población.
Habrá que cuidarse de que, en los espacios a contrapelo de la política tradicional de este país, no se repita el mismo narcisismo y liderazgo tóxico que solo daña las luchas y no aporta nada en la consecución de los objetivos por el buen vivir en Guatemala. No seamos como Giammattei y sus secuaces…