Resulta impresionante la evolución de la pandemia del Coronavirus actualmente en varios países pero, sobre todo, en Estados Unidos donde la cantidad de casos establece nuevos récords diariamente y los hospitales muestran niveles de saturación muy superiores a los de los días pico de la primera ola de contagios. Algunos señalan que influye mucho en ello el clima que empieza a enfriarse en las postrimerías del otoño en el hemisferio occidental, pero también se insiste en que la población se ha relajado y que la resistencia a usar mascarillas es pieza clave de esa explosión de contagios.
La mascarilla no es únicamente un instrumento de protección a sí mismo. Muy útil resulta también para proteger a nuestro prójimo y quizá ello sea lo más importante, que quien está contagiado no ande propagando el virus por todos lados, extremo que no entienden los radicales que sostienen que el uso de mascarilla les priva de su libertad y que es un abuso que los gobiernos dispongan que debe usarse.
En Estados Unidos, por lo que publican los medios, el problema está fuera de control y no se ve ninguna política de corto plazo para enderezar el rumbo. El gobierno de Trump no ha siquiera mencionado el tema del coronavirus en las últimas semanas, como si no existiera, no obstante los miles que diariamente mueren como consecuencia del mal que sigue propagándose en forma exponencial. Se trata, definitivamente, de un tema de salud pública que demanda acciones de las autoridades y si bien volver al encierro no es opción por sus efectos económicos, sorprende que con herramientas tan simples como la mascarilla no se actúe para forzar a su uso y con ello reducir significativamente los contagios.
En La Hora hemos insistido, desde el principio, en la necesidad del uso constante y correcto de la mascarilla, colocada para tapar nariz y boca y no como puro barbiquejo, debajo de la barbilla o por debajo de la nariz. Es cuestión de elemental sentido común y de verdadera solidaridad, porque no sólo nos protegemos a nosotros mismos sino protegemos a nuestros semejantes sin que ello implique un gran sacrificio o una insoportable molestia.
Si el Covid-19 se comporta como la gripe normal, que se incrementa en la época invernal del hemisferio norte, mayor razón para ser más exigentes en el uso de la mascarilla universal pero, por supuesto, eso no será política en países donde las autoridades no se preocupan por la gente y dicen que usar mascarilla es signo de temor y cobardía, como pasa con Trump.