Julio García-Merlos G.

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Julio R. García-Merlos

En forma regular dedico este espacio al análisis de temas económicos o jurídicos. Hoy decidí escribir unas líneas para hacer conciencia sobre la importancia de ser un conductor responsable y respetuoso de la ley.

Quizás sea un tema trillado, pero no de menor importancia. Conducir en la Ciudad de Guatemala es peligroso, vivimos en una urbe caótica y desordenada, un lugar en el que la cortesía y precaución son virtudes escasas; a esto se le suma que producto de la situación socioeconómica del país y de un sistema de transporte público disfuncional, el parque de motocicletas es enorme y en horario de alta carga vehicular, los motoristas se desplazan en forma temeraria entre carriles, algunos con su familia a bordo y sin protección.

En mis diecisiete años de ejercicio profesional como abogado he podido ver cómo a decenas de personas les cambia la vida de la noche a la mañana por un accidente de tránsito, por su culpa o la de otra persona. De un hecho de tránsito se derivan varias consecuencias para los involucrados: primero se encuentra el peso psicológico de sentirse responsable por este las lesiones ocasionadas o la perdida de la vida de otro ser humano, una gran factura mental que se debe pagar; luego viene el impacto económico del pago de la indemnización correspondiente y los servicios legales; por último, la impactante experiencia de estar en un espacio de reclusión esperando audiencia en el sistema de justicia guatemalteco.

Si bien es cierto que la legislación guatemalteca prevé la posibilidad que el juez otorgue medidas sustitutivas y medidas desjudicializadoras para que los responsables de hechos de tránsito, la experiencia general es una verdadera pesadilla.

Al darse un accidente de tránsito o una detención por manejar en estado de ebriedad, lo más común es que los agentes policiales pongan al ciudadano a disposición de un juez penal de turno. Las condiciones en las carceletas son paupérrimas, prevalece una pestilencia insoportable y no existe separación entre los reclusos de acuerdo con la gravedad de sus delitos; esto último quiere decir que se comparte espacio con pandilleros, presuntos responsables de asesinatos y otros delitos de grave impacto social. Por la mora judicial actual es posible que un detenido pase dos o tres días en ese lugar.

Por todas estas razones es importante que no se beba y maneje, que no se envíen mensajes, hagan llamadas o graben vídeos en forma irresponsable cuando se está al volante. Un día común en el que se levantó tranquilamente y conduce para dirigirse a su trabajo puede convertirse en una jornada tormentosa. ¿Se imagina una madre pasar 2 noches en la carceleta en esas condiciones? Este mensaje tiene especial dedicatoria para quienes ignoran los riesgos que se tienen al conducir un vehículo, los conductores jóvenes que recién empiezan a recorre las calles y avenidas de la ciudad y que no están conscientes que una actividad cotidiana, pueda llevarlos a la carceleta y marcar su vida para siempre. Nuestros cinco sentidos deben estar en la conducción del vehículo. Hágalo por usted mismo y considere no ocasionar penas innecesarias a su familia.

Cuando conduzca concéntrese en lo que hace, contrate un seguro y no beba, ya que la mayoría de las pólizas no cubren si el piloto maneja bajo efectos de alcohol o drogas.

Julio García-Merlos
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