Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos

Caballo toma alfil. Entre mi Abuelo ya fallecido y Yo, quedará como un secreto que guardaremos para siempre, quien envió ese último telegrama. Él, toda su vida ubicado en Quetzaltenango y yo, para ese entonces estudiando en la Universidad, en Guatemala, jugamos una estupenda, hermosa, larga y última partida de ajedrez por telegrama. Para aquel entonces, finales de los años ochenta o principios de los noventa, cuando aún había que acudir a la oficina de correos y telégrafos, para enviar, en un escueto telegrama, la siguiente jugada, demorada cada vez más, por las supuestas ocupaciones de cada uno, o por el deseo oculto de que el juego nunca acabara, desarrollamos esa última partida, dos tableros a la distancia, moviendo las piezas, según las propias instrucciones o las que nos llegaban de ese entrañable adversario.

El confinamiento, la pandemia y la búsqueda de que hacer estos largos fines de semana, nos ha llevado a muchos a la lectura, a buscar hobbies u otros entretenimientos, entre ellos la televisión y con ella a Netflix, la plataforma de streaming, en donde encontré la serie norteamericana Gambito de Dama, la cual luego me enteré que se basaba en una novela (The Queen´s Gambit), escrita por Walter Tevis, cuya trama se desarrolla al rededor de una jugadora precoz, huérfana, a quien un intendente del orfanato al que fue enviada le hace descubrir el juego y la pasión que encierra, luego destaca, encuentra motivación en destruir a sus adversarios y el juego se convierte en la ansiedad que mueve su vida, alrededor del cual discurren, incluso, algunas facetas destructivas y enfermizas de si misma.

La serie no aspira a explicar partidas o aperturas, se centra en el logro de esa niña, convertida ya en mujer, jugando un juego exclusivo de hombres, durante los años 50, en donde no solo debe superar ese hándicap, si no además enfrentar a un gran maestro, soviético, campeón mundial y los sinsabores, tropiezos y estrategias psicológicas que implica el juego. Por supuesto, alrededor de sus propios problemas, la protagonista se nutre de Capablanca, con quien se comparara como intuitiva, de la apertura Siciliana o de la que da nombre a la serie, gambito de dama o de un enroque como estrategia de protección para el Rey.

El ajedrez, uno de los juegos más antiguos del mundo, en algún momento quedó relegado por la experiencia de interactuar en pantallas y plataformas digitales, en medio de luces, fuego y balas producidas por millones de jugadores de video juegos (gamers), conectados alrededor del mundo. Sin duda, la estrategia de capturar los sentidos y las emociones es difícil de vencer y habrá más de alguno que primero bostece, antes de siquiera imaginar que sobre ese tablero con 64 cuadros y sus 32 piezas pueda haber emoción, estrategia o un desenlace de suspenso. Sin duda, nunca fui más que un aficionado, principiante, pero lo disfruté, al igual que la serie y como ese último telegrama. Caballo toma alfil, jaque mate. Lo quiero mucho.

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