Víctor Ferrigno F.
Con una inédita participación electoral del 87%, la ciudadanía boliviana se volcó a las urnas para darle un inobjetable triunfo al Movimiento al Socialismo (MAS), en primera vuelta. Tal contundencia electoral imposibilitó la maniobra política orquestada desde Washington por Mike Pompeo, Luis Almagro en la OEA, y el gobierno de facto de Janine Áñez que, mediante una serie de provocaciones, buscaba que el electorado boliviano respondiera violentamente, y diera pie a invalidar los resultados adversos.
La dictadura nacida del golpe de Estado impidió la candidatura de Evo Morales, postergó la convocatoria a elecciones durante meses, utilizando como excusa la pandemia, militarizó el proceso electoral y, un día antes de los comicios, anuló la posibilidad de publicitar el resultado de los conteos rápidos, retardando la entrega de resultados definitivos. Todo ello, con el propósito de provocar descontento político y violencia electoral.
Sin embargo, inspirada por la sabiduría ancestral de los pueblos originarios, y los llamados a la calma de Evo y el MAS, la ciudadanía boliviana votó serena y contundentemente por la dupla de Luis Arce y David Choquehuanca, dándoles un triunfo arrollador en primera vuelta, con el 53% de los votos, derrotando a sus adversarios en seis de nueve departamentos del Estado Plurinacional de Bolivia. Estos resultado fueron posibles gracias al alto grado de organización social en Bolivia, a la elevada conciencia ciudadana, y a los logros de tres lustros en todos los ámbitos socio-políticos.
En La Paz, el MAS obtuvo su victoria más importante respecto al segundo candidato, alcanzando el 67.4 %, en tanto que Mesa obtuvo 29.7 %, con el 67 por ciento de los votos computados hasta el martes por la noche. Así, La Paz volvió a mostrarse como el bastión más importante del partido de Evo Morales.
En ese contexto, todas la delegaciones internacionales de observadores electorales, incluida la OEA, afirmaron el triunfo del MAS, la transparencia, y la calma electoral. A Almagro no le quedó otra alternativa que felicitar a Arce y Choquehuanca por su triunfo. Las preferencias electorales demostraron, en cada departamento, que el año pasado no hubo fraude en la elección de Evo Morales, pues tal grado de adhesión no se construye en un año, en el marco de una pandemia que demandó confinamiento social.
El ultra derechista Luis Fernando Camacho solamente triunfó en Santa Cruz, pero perdió más de medio millón de votos, en relación con las elecciones de 2019. Es decir que un importante porcentaje del electorado conservador optó por la formula progresista del MAS.
El triunfo del MAS también fue contundente en el ámbito legislativo, obteniendo mayoría de curules en el Senado y en el Congreso, lo que facilitará el proceso de reconstrucción nacional, ya que la dictadura de Áñez deja la economía, la salubridad, la educación y la seguridad en precarias condiciones.
El Presidente electo, Luis Arce, lideró el proceso de nacionalización de los hidrocarburos, admitiendo la extracción por parte de empresas extranjeras -a tasas más elevadas- y estudia alianzas con corporaciones chinas y alemanas para la industrialización del litio.
El aymara David Choquehuanca se define a sí mismo como anticapitalista y antiimperialista. Líder indígena y campesino, trabajó estrechamente con Evo Morales durante casi 30 años, en el movimiento popular y en el gobierno, destacándose como canciller.
El rescate pacífico de la democracia por la ciudadanía boliviana, abre la posibilidad de una recomposición de las fuerzas progresistas en Latinoamérica, en el marco de la pandemia, la crisis del dólar y el replanteo energético mundial.