Mario Alberto Carrera
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“El Ministerio de la Defensa compra equipo antidisturbios por Q 1.6 millones”, informa el titular de un matutino del 13.10.20.
La represión ambiente, el miedo en cada recodo de nuestros cuerpos estremecidos por la amenaza enmascarada y la militarización del país entero, han sido las hadas terribles que desde que nacemos nos llevan de la mano a la desesperación y el desconsuelo.
La militarización (que ya casi no percibimos condicionados por la costumbre) la invasión permanente y sin pudor alguno exógena o endógena (del propio Ejército y de la potencia mayor y su rocambolesca embajada) y la dictadura no del proletariado –claro está- sino de la alta burguesía y de los antiguos terratenientes encomenderos del país, forman la estructura y a la vez el sistema y modelo sobre los que se yergue una pobre patria ocupada, comprada, vendida y alquilada y por lo mismo, un país tendente al fascismo y al nazismo.
Los rasgos de la militarización no son casi advertidos y, menos, por una juventud alocada por la pandemia que en lo único que piensa es en refocilarse cuanto pueda -y puede ya- en los antros que recién abren cerrados por la peste. Los adultos mayores sí que la catamos por todas partes porque tenemos la experiencia de varias décadas de abusiva militarización y ya portamos una especie de ADN (transmitido de generación en generación reprimidas) para olerla en todos los estamentos del Estado aparentemente civil. Antes de llegar a los 40 años (y un poco después también) viví en este país un descarado régimen de terrorismo de Estado abiertamente sostenido por un Ejército obsceno que nos reprimió y nos dio palo oficiando –cuartelero- el esperpento y lo grotesco.
Vino después la “democracia” (con Cerezo “el Cínico”) y una panda de otros ocho sinvergüenzas que se sometieron por turno a los mandatos del coronel o del general cuyas órdenes tenían que acatar sin chistar. Tal servilismo contratado desde las pre elecciones, contrata también la represión proyectada al “pueblo” unas veces sutil y sofisticada y otras brutal y descarada. Descarada como ya todos la hemos vivido con In-Morales, aún sin ajarse en el Parlacen, o un poco más atrás con el sórdido comandante Tito Arias en cuyo gobierno fueron acribillados muchos indígenas por el coronel Chiroy en Totonicapán
Este régimen, me refiero al del pintoresco Giammattei (con valido y consentido y niñato adolescente –para él- al canto) no escapa al modelo viejo, retrasado e insoportable ya del neoliberalismo a la guatemalteca que de tal no tiene nada, acaso sólo el nombre como perversos los de la Marroquín lo bautizan, en el seno oscuro de sus intereses creados. Modelo que se sostiene y sostendrá mediante la represión de dos ministerios militares en Guatemala ¡de toda la vida!, el de la “Defensa” (¿de quién nos defiende?) y el de Gobernación donde aún está fresca la sombra artera de Degenhart que usó los armatrostes armados donados por Estados Unidos, para montar una gestión aterradora e intimidante contra la CICIG y los guatemaltecos que con ella simpatizamos y que en ella y con Thelma Aldana -en el MP- fueron un eje esperanzador para la democracia, hoy vuelta a amordazar.
Atarantado por el virus de la pandemia y por sus ardientes amores, Giammattei ha sacado las uñas solo a medias. Ha habido represión contra la Prensa (tremendista y romántica a la vez en defensa de su muñeco particular) y sutilmente generalizada en las formas de costumbre porque hasta ahora el eslogan y las manifestaciones de ¡renuncia Giammattei y dónde está el dinero!, no toman el vuelo indispensable asimismo por la pandemia ambiente. Pero se prepara Giammattei –él- y sus legiones represivas en los ministerios de la Defensa y Gobernación, este último dirigido por Oliverio García Rodas con luenga cola machucable por violencia y corrupción.