Por DÉBORA REY
BUENOS AIRES
Agencia AP

El gobierno de Alberto Fernández enfrentó el lunes otra multitudinaria protesta en distintos puntos de Argentina con variadas consignas que fueron desde el rechazo a la gestión de la pandemia, la crisis económica y la creciente influencia que le atribuyen a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Convocadas por redes sociales bajo la consigna «La hora de los patriotas» y con la adhesión de algunos dirigentes opositores, el epicentro de la movilización tuvo lugar en el Obelisco, emblemático monumento en el centro de Buenos Aires, pero se replicó en ciudades de las provincias de Córdoba, Entre Ríos, Mendoza, Río Negro, Santa Fe, Salta y Santa Cruz.

Un grupo opositor también se concentró frente a la residencia presidencial de Olivos, suburbio al norte de la capital, donde más temprano se habían instalado manifestantes afines al gobierno, lo que obligó a la policía a montar un operativo para evitar disturbios.

Otro punto de convocatoria fue frente al domicilio del apartamento donde reside la expresidenta Fernández de Kirchner (2007-2015), actual vicepresidenta, lo que generó un fuerte repudio en desde oficialismo.

«Disentir con un gobierno es parte de la democracia. Movilizarse, aun con el riesgo que implica en una pandemia, también. Pero promover una convocatoria a una protesta en el domicilio de una persona solo fomenta la grieta y daña esa convivencia democrática», dijo el presidente Fernández en su cuenta de Twitter.

La protesta opositora tuvo lugar en momentos en que se percibe un creciente malestar en la población por los resultados sanitarios y económicos de la extensa cuarentena que rige desde el 20 de marzo por la pandemia de coronavirus.

Argentina se ubica en el sexto puesto de los países más afectados, con casi 900.000 contagiados y más de 23.000 muertos.

En lo económico, se estima una caída cercana al 12% del PIB mientras que la pobreza afecta al 40,9% del país.

«Estoy acá para reclamar lo que reclaman todos. Cierran todas las empresas, mi hermano se tiene que ir a trabajar afuera porque no le alcanza la plata, los chicos se quieren borrar del país», dijo a AP Sabrina Gori.

Fernández, quien asumió en enero pasado, llegó a tener una imagen positiva cercana al 70% al inicio de la pandemia, pero ahora se ubica en 34,8%, según una encuesta de la consultora Giacobbe & Asociados sobre un total de 2.500 consultados en todo el país a fines de septiembre. El sondeo tuvo un margen de error de dos puntos porcentuales.

En el Obelisco se formó una larga fila de automóviles con familias abordo que hacían sonar las bocinas mientras agitaban banderas argentinas, el símbolo patrio elegido para identificar la protesta.

Otros sostenían carteles en los que cuestionaban la restricción de libertades y duros mensajes contra Fernández de Kirchner, a la que acusan de impulsar una reforma judicial que le garantice impunidad en las causas por supuesta corrupción. La iniciativa tuvo media sanción en el Senado.

El primer «banderazo» tuvo lugar el 20 de junio, en coincidencia con el Día de la Bandera y pocos días después que el gobierno peronista anunciara la expropiación de la cerealera Vicentín, la sexta más importante del país, una medida que desde la oposición se calificó como un ataque la propiedad privada. En los meses siguientes se sucedieron casi una decena de protestas.

En esta ocasión se dio la particularidad que un sector afín al oficialismo también se manifestó pese a que el presidente ha dicho en reiteradas oportunidades que no eran aconsejables las concentraciones de personas por la pandemia.

«Vinimos a apoyarlo a Alberto», explicó Leandro, que no quiso dar su apellido, frente a la residencia de Olivos. «Creemos hay un movimiento que está tratando de desestabilizar al gobierno. Ellos piensan una cosa y nosotros pensamos distinto. Podemos convivir, estamos tratando de no entrar en provocaciones».

Si bien la convocatoria opositora fue por redes sociales sin una cara visible, dirigentes de la coalición Juntos por el Cambio con la que gobernó Mauricio Macri (2015-2019) alientan y asisten a las manifestaciones.

«Las crecientes movilizaciones pacíficas, el coraje y la convicción de las personas que las acompañan, son la demostración de que a pesar de nuestros problemas actuales tenemos que ser muy optimistas respecto a nuestro futuro», dijo el exmandatario conservador en Twitter.

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