Alfonso Mata
No estamos tan mal pero a eso vamos –decía el otro día alguien aunque no sabemos con plena exactitud lo que pasa. Decíamos en artículos anteriores que desde hace varios siglos -y en nuestro medio no ha sido la excepción- el alcohol ha tenido y sigue teniendo, un papel importante en el compromiso social y la vinculación de muchos. La bebida social o el consumo moderado de alcohol para muchos es placentero. Pero también la historia diaria nos enseña las grandes tragedias que su consumo en exceso tiene no solo a nivel individual, sino familiar y social e incluso político.
Empecemos por ver cómo estamos mundialmente. El consumo medio anual de alcohol a nivel mundial es de 6.4 litros por persona mayor de 15 años (en 2016). Las distintas bebidas alcohólicas tienen un contenido distinto de alcohol, esa cifra mundial promedio significa en términos de vino 56 botellas anuales aproximadamente un litro por semana. En Guatemala rondamos por los 2.4 litros anuales. En base a esa relación, se conoce que en Guatemala cuatro de cada diez adultos mayores de quince años bebieron alcohol el último año, eso contrasta con lo que hacen los franceses en donde un 95% de sus habitantes lo hacen. Aunque sabemos que la proporción de mujeres que consume alcohol en nuestro medio es mucho más baja, las estadísticas señalan que eso va en aumento.
Sabemos que la cantidad consumida de alcohol, se correlaciona muy bien con su impacto negativo en la salud. El consumo episódico excesivo de alcohol se define como la proporción de bebedores adultos que han consumido al menos 60 gramos o más de alcohol puro en al menos una ocasión en los últimos 30 días. Una ingesta de 60 gramos de alcohol puro equivale aproximadamente a 6 bebidas alcohólicas estándar. El 20% de las personas adultas guatemaltecas que dijeron haber bebido al menos una vez en el mes anterior lo hicieron en al menos una vez en forma excesiva. En una encuesta mundial del 2010 se encontró que casi uno de cada seis guatemaltecos adultos no ingirió bebida alcohólica alguna en el último año y tres de cada diez nunca lo han ingerido.
En nuestra historia patria las quejas sobre el problema del alcoholismo dentro de la ciudadanía ha sido manifestada por historiadores, cronistas y viajeros desde el siglo XVI. Incluso nuestro prócer médico Pedro Molina se queja en su periódico de que la mayoría de ingresos hospitalarios de esa época obedecen a alcoholismo pero a estas alturas, no sabemos si su consumo per cápita ha aumentado o disminuido. Estudios más precisos desde hace centurias muestran que los países en ello difieren, en algunos ha aumentado en otros disminuido.
La bebida predilecta también varía. En nuestro medio por mucho, la cerveza es la preferida, probablemente por disponibilidad más inmediata, más de cuatro por cada diez bebedores (42%). La cerveza contiene alrededor del 5% de alcohol puro por volumen. En otra forma de entender esto, en Guatemala en la población mayor de quince años, se consume alrededor de .99 litro de alcohol puro por año (2014) en forma de cerveza, pero parece haber otro dato interesante, de un consumo de .41 litros a finales del sesenta hemos pasado a esa cifra.
El consumo de vino en nuestro medio apenas llega al 1.6% del total de consumo que representa el 0.04% de consumo total de alcohol a nivel de población adulta.
Las mediciones mundiales de consumo de bebidas espirituosas, que son bebidas alcohólicas destiladas que incluyen ginebra, ron, whisky, indita, tequila y vodka. En nuestro medio es la que más contribuye al consumo 56% del total y ello significa el 1.2 litros de alcohol puro. Lo interesante es que de 2 litros en 1961 a pasado a 0.84.
En términos económicos ¿Aumenta el consumo de alcohol a medida que los países se enriquecen? Los estudios no son lo completos para contestar esta pregunta, pero si existe correlación en aquellos casos que tienen buenas estadísticas. Es probable que esta correlación también se vea influida por otros determinantes y hábitos del estilo de vida. Por ejemplo, se afirma que cuando se agrupan por nivel educativo, los que tienen una mayor educación, tienden a beber más en total y con más frecuencia que los que tienen un nivel educativo más bajo. También hay diferencias cuando se agrupan por profesión.
Un importante dato del que carecemos información es sobre la relación de la proporción del gasto familiar en alcohol y sus gastos indirectos como la prostitución. Por ejemplo, en nuestro vecino México es del 2% del gasto familiar pero ello puede variar según el estrato económico en que se está.
Tampoco contamos con información confiable sobre producción de delitos penales: Primero, delitos en los que el consumo de alcohol es parte del delito, como conducir alcoholizado, y delitos de embriaguez. Y en segundo lugar, todos aquellos delitos en los que se cree que el consumo de alcohol ha jugado un papel de algún tipo en la comisión del delito, incluidos asalto, daño criminal y otros delitos de orden público como accidentes de tránsito y laborales.
¿Los países con un consumo medio de alcohol más alto tienen una mayor prevalencia de trastornos por consumo de alcohol? La prevalencia de la dependencia del alcohol frente al consumo promedio de alcohol per cápita en general en los estudios ha demostrado que no existe una relación clara entre los dos, aunque puede haber una leve correlación positiva, especialmente cuando se analiza por región (por ejemplo, en Europa). Sin embargo, no hay pruebas claras de que un alto consumo general (especialmente en cantidades moderadas) esté relacionado con el inicio de la dependencia del alcohol.
De igual forma, los datos mundiales sobre la prevalencia y la eficacia del tratamiento del trastorno por consumo de alcohol son muy incompletos. El Salvador por ejemplo informa que el 50% de ello lo recibe pero los datos mundiales oscilan entre 1.6 y 30%.
¿Los países con un consumo medio de alcohol más alto tienen una mayor prevalencia de trastornos por consumo de alcohol? Es otro dato que se ignora con precisión. En Guatemala se reporta un consumo cercano a los 2 litros y una prevalencia de 2. 6 % de trastornos de consumo.
Trastornos mentales
Los determinantes, la aparición y la gravedad de los trastornos de salud mental son complejos: rara vez se pueden atribuir a un solo factor. La identificación de factores de riesgo potenciales constituye un elemento importante de la investigación en salud, la prevención potencial y, en algunos casos, el tratamiento adecuado; no obstante, muchos factores de riesgo siguen siendo solo correlatos de los patrones observados en la salud mental. Por tanto, deben interpretarse con cuidado.
Se estima que 970 millones de personas en todo el mundo tenían un trastorno mental o por uso de sustancias en 2017. La mayor cantidad de personas tenía un trastorno de ansiedad, estimado en alrededor del 4 por ciento de la población. En conjunto, vemos que en la mayoría de los países este grupo de trastornos es más común en mujeres que en hombres. Sin embargo el uso de sustancias y alcohol es más frecuente en hombres y en promedio, la depresión, la ansiedad, los trastornos alimentarios y el trastorno bipolar son más frecuentes en las mujeres. Las diferencias de género en la prevalencia de la esquizofrenia se mezclan entre países, pero suele ser más común en los hombres. Los trastornos por consumo de alcohol y drogas son más comunes en los hombres.
En general, se considera que el 11.18% de nuestra población padece de este trastorno