Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Cuando uno se da cuenta de que en la segunda década del siglo XXI las democracias en el mundo corren el riesgo de ser sepultadas por el populismo que se propaga intensamente en las poderosas redes sociales, entiende por qué se dan casos como los de Trump, Bolsonaro, López Obrador y Bukele (para citar a los cercanos), electos en el marco de vigorosas campañas que se basaron fundamentalmente en Facebook y las redes sociales. Y preocupa ver la forma en que se van polarizando las sociedades al punto de que las diferencias políticas se convierten en abismales, capaces de romper amistades y hasta relaciones familiares, destruyendo no sólo el tejido social sino cualquier capacidad de diálogo serio en el que distintos puntos de vista puedan ser confrontados con respeto y en busca de grandes acuerdos capaces de generar unidad.

Crear polarización ha sido una estrategia útil a lo largo de la historia, pero nunca había sido tan fácil como ahora, cuando la rapidísima difusión de noticias falsas en las redes sociales hace que cada quien vaya construyendo “su verdad” basada en teorías de conspiración que impiden constatarla con el pensamiento ajeno, porque resulta que la tecnología moderna la propaga sin verificación alguna, simplemente siguiendo la lógica del algoritmo de cantidades inconmensurables de data que se van recopilando sobre los gustos e inclinaciones de los usuarios de internet y de las redes sociales.

Netflix estrenó recientemente una documental llamada The Social Dilemma en la que expertos que trabajaron en varias de las más conocidas empresas tecnológicas del mundo explican cómo se ha ido imponiendo un uso de la información que se recaba cada vez que entramos a internet, hacemos uso de los buscadores o simplemente interactuamos en redes como las de Facebook, Twitter, Instagram o TikTok, dejando no solo huellas sino detalles de nuestro perfil que luego sirven para que programas inmensos de recolección de data nos clasifiquen a fin de decidir qué tipo de información nos ofrecen.

Se explica en la documental, por ejemplo, que no es que Facebook haya vendido a Rusia su red para que pudiera influir en la última elección de Estados Unidos, sino cómo el régimen ruso entendió cómo operan las redes para poder aprovechar ese peculiar funcionamiento para influir en los electores. Y lo dicen personas que fueron importantes en el diseño de diferentes etapas de la operación de esos negocios digitales y la verdad es que se trata de una advertencia muy oportuna sobre lo que se puede esperar si no se realizan acciones correctivas para evitar esa manipulación que empezó con la inocente recaudación de datos de los usuarios para tratarlos como receptores de publicidad, pero que para lograr crecimientos sostenidos en seguidores fueron acomodando la información ofrecida a las peculiaridades de cada usuario, al punto de que se fue creando una nueva “verdad” generadora de fanáticas posturas.

Vale la pena ver el documental, sobre todo para entender la verdadera importancia de la información seria y basada en hechos. Los medios de comunicación serios, que los fanáticos de redes sociales califican como propagadores de “fake news”, no deben caer en el error de crecer a costa del sacrificio de la credibilidad, porque son una de las pocas salvaguardas que van quedando frente a esa avalancha destructora.

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