Anoche en el peculiar mensaje televisado para anunciar la prórroga de las “Disposiciones Presidenciales”, se advirtió sobre el efecto del relajamiento ciudadano frente a la pandemia, enfatizando en que una segunda ola de contagios es posible debido al descuido colectivo. Sin embargo, los encargados de la comunicación no dijeron nada de las causas de ese relajamiento que en parte es por las notables deficiencias de comunicación que se producen desde el gobierno, al punto de que opinión pública no cree en las informaciones oficiales, además de que se puede observar evidente falta de capacidad, como lo confirma el vaivén de disposiciones respecto al funcionamiento de la Terminal Aérea La Aurora.
Es cierto que mucha gente ha bajado la guardia y se han relajado acciones como el distanciamiento social y el uso efectivo de la mascarilla. Y decimos efectivo porque impresiona la cantidad de gente que usa mal esa protección pues no sólo se la colocan debajo de la nariz sino de una vez debajo de la barbilla. No olvidemos que somos un país que se distingue por el irrespeto a las normas elementales de convivencia y que mucha gente vive con la convicción de que las normas se hicieron para ser burladas, pero a ello se debe agregar también esas deficiencias informativas que tienen impacto y secuela.
Pero hablar de una segunda ola de contagios es aventurado porque con el nivel de pruebas que realizan las autoridades nadie puede afirmar que ya hemos superado una primera ola. Al principio de la pandemia en este mismo editorial reiteramos hasta el cansancio que sin suficientes pruebas estaríamos volando a ciegas y lo mismo se debe decir al día de hoy, con el agravante de que las pruebas que se practican provienen en su inmensa mayoría de gente que las tiene que pagar porque son realizadas por laboratorios privados o el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, mientras que las que realiza el Ministerio de Salud en todo el país, y que son las realmente gratuitas, son en verdad pocas, lo que confirma que en este país la gente que no dispone de recursos prácticamente no tiene acceso a exámenes, no obstante que los niveles de pobreza en Guatemala son enormes.
Persiste el debate sobre las compras realizadas para garantizar “acceso universal” a las pruebas, por la forma en que se adjudicó el negocio, pero tristemente los beneficiados no han sido los guatemaltecos porque el Ministerio es inútil hasta para hacer pruebas. Sin saber cómo va la primera ola no se puede hablar de una segunda.