Alfonso Mata
Decíamos en una opinión anterior que depende de la sociedad crear justicia social, lo que requiere equilibrio en su participación. Para el joven y el adulto es importante sentirse visto, sentirse parte de una comunidad social e involucrado en la vida política y social.
Muchas investigaciones en diferentes países, han resaltado que es indispensable que los jóvenes tengan un acceso temprano a entornos que promuevan su participación e influencia, algo de lo que la mayoría de ellos hoy en día carecen y en nuestro medio es casi nulo. Se les excluye constantemente de participar y poder ejercer influencia sobre las decisiones que afectan sus vidas, lo que lleva a la juventud a crear un sentimiento de impotencia y que no tengan nada que decir. En nuestra sociedad, las decisiones la toman adultos por encima de los treinta, profesionales o políticos sumamente deformados en lo social, lo que a menudo significa que los jóvenes se encuentran en el papel de clientes, dependientes y rara vez en el papel de socios. Un resultado de esto es que muchos jóvenes se sienten completamente independientes de los procesos profesionales, municipales y políticos que afectan sus vidas y ya adultos mantienen el mismo criterio. De tal manera que obtenemos un resultado pobre de la socialización del joven: la idea de que su participación e influencia en aumentar el control sobre sus propias condiciones de vida no procede. La democracia de ese modo no forma líderes y sin ello muere.
La democracia para lograr buena salud, necesita de igualdad de condiciones en toda la población. Debe hacer especial énfasis en el fortalecimiento de la capacidad y oportunidad de participación social y cultural de las personas en situación de vulnerabilidad económica y social. Y en el caso de los niños, jóvenes las oportunidades de influencia y participación en la sociedad. El sentido de participación de los jóvenes en la sociedad surge, cuando se sienten comprendidos y escuchados, pero los jóvenes en general se sienten más bien excluidos de las decisiones que afectan sus vidas. Los jóvenes a menudo experimentan un sentimiento de impotencia, que no se debe a la falta de interés o compromiso, pero que pronto se convierte en indiferencia y falta de responsabilidad social.
Es evidente en nuestro medio que quienes están en el poder no quieren ceder parte de su poder a otros, y eso ha generado más brechas y distancias sociales, permitiendo el surgimiento de una perspectiva clara de «nosotros (pueblo) contra ellos» y disminuyendo la confianza de los ciudadanos en los políticos y los funcionarios públicos.
Las oportunidades de participación e influencia de los jóvenes deben entenderse desde una perspectiva local y regional, ya que existen diferencias en las condiciones de la cultura juvenil entre las grandes ciudades, los pueblos pequeños o las zonas escasamente pobladas. Al respecto un joven argumentaba: «Para que el joven experimente la pertenencia a la sociedad, deben tener el derecho y la oportunidad de influir tanto en sus propias condiciones de vida como en la sociedad en la que vive, ya que la falta de poder y oportunidades de influencia tiene una conexión negativa con la salud política y social del individuo y su propia forma de comportarse».