Jorge Morales Toj
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En abril del presente año, en medio de la pandemia de los prologados toques de queda, tuve una larga conversación con doña Micaela originaria de la comunidad de Tululché, municipio de Chiché del Quiché. Ella como madre de Micaela y Juanito que se encuentran en los Estados Unidos desde hace más de siete años, vivió unos meses llenos de angustia por la situación de nuestros hermanos migrantes. En una conversación telefónica me dijo: Estoy triste por Micaela y Juanito, la última vez que hablé con ellos por teléfono se escuchaba algo mal, me quedé con la duda, a ver si no les dio el coronavirus… yo todas las noches hago mi oración y pido a Dios por la vida, la salud y el trabajo para mis hijos en Estados Unidos.”
Días después conversé con Juana hija mayor de doña Micaela y ella muy triste me compartió: “fíjate Jorge que mis hermanos les dio el coronavirus en los Estados Unidos, fueron a un hospital y les dijeron que no les podían atenderlos por no contar con seguro médico. Los dos solitos en un apartamento tomando te de jengibre, cebolla, canela y limón y algunas pastillas lograron sobrevivir”. El dueño del restaurante en el que trabajaban les dijo: “vayan a su casa a descansar y a recuperarse, si sobreviven me avisan…”.
Un mes y medio después, el dueño del restaurante los volvió a llamar al trabajo y les dijo: “a partir de ahora, usarán trajes especiales para evitar el coronavirus…”. Micaela y Juanito comenzaron a trabajar y a partir de junio comenzaron a mandarle su remesa a su mamá, incluso le mandaron un poco más, para que se compre un suéter y unas buenas mascarillas para evitar un posible contagio.
Doña Micaela, nunca supo que sus hijos allá en los Estados Unidos habían contraído el Covid-19 y que lograron sobrevivir, solo pudo resentir que ya no tenía dinero para sufragar sus gastos para su alimentación y para la siembra de abril y mayo.
Conociendo la dura realidad que viven nuestros hermanos migrantes en Estados Unidos y sabiendo que el Estado de Guatemala continúa expulsado a miles de compatriotas al no brindarles oportunidades de desarrollo en el campo, causa profunda indignación la aseveración del gobierno, al decir que existe una recuperación económica, cuando en realidad, lo que existen son actos de profundo sacrificio y riesgo de nuestros hermanos en Estados Unidos en favor de sus familias y comunidades. Por eso, no es extraño que las remesas de julio llegaran a US$1 mil 078 millones, por eso, no es extraño que en agosto nuestros compatriotas que han huido de la miseria nos hayan enviado US$35 millones diarios.
El gobierno debe saber que el envío de remesas por parte de nuestros hermanos migrantes no es producto de su política económica o de sus políticas de atracción de inversiones. Las remesas son sacrificios y riesgos del mismo pueblo ante el hambre, la pobreza y la miseria que azota especialmente el área rural.
Así como Micaela y Juanito, jóvenes mayas ki’che’s, miles de jóvenes seguirán poniendo un hombro a miles de familias guatemaltecas que sobreviven en condiciones de pobreza. Mientras tanto, aquí en Guatemala el gobierno ofrece una bolsa de víveres valorada en 450 quetzales para cada migrante deportado.