Por JORGE RUEDA Y JUAN PABLO ARRAEZ
CARACAS
Agencia (AP)
Dioselis Bello no tuvo otra alternativa que instalar en su casa su carrito de comidas luego de que las autoridades venezolanas prohibieron desde marzo su presencia en las calles por la cuarentena para evitar la propagación del nuevo coronavirus.
Antes de las restricciones las calles de Santa Rosalía, una barriada pobre del centro de Caracas, solían ser muy concurridas y había decenas de carritos de comida que vendían hasta cerca del amanecer.
Ahora, en plena pandemia, algunos vendedores callejeros decidieron instalarse dentro de sus hogares para seguir activos. Bello incluso amplió su menú y además de arepas también ofrece hamburguesas y sopas, entre otros platos.
En Venezuela, donde la mayoría de los trabajadores gana apenas 2,60 dólares al mes, muchos no se pueden dar el lujo de parar ni un solo día. Ante la necesidad de aumentar sus ingresos, los vendedores ambulantes han transformado sus casas en improvisados restaurantes de comida para llevar o tiendas minoristas y otros se han visto obligados a emprender otras actividades a la par de sus empleos formales para sobrevivir a la peor crisis económica en la historia de Venezuela.
Al lado de la casa de Bello su vecina Isabel Quevedo, de 42 años, vivió días de angustia cuando la tienda de ropa donde trabajaba cerró sus puertas debido a la pandemia. La mujer, que vive sola con su nieto, decidió entonces vender golosinas, pan, cigarros y bebidas desde la ventana de su casa.
En parte porque la mayoría de los comercios formales están cerrados mucho antes del anochecer, la joven abuela realiza en un buen día ventas que le reportan ganancias muy por encima de lo que le pagaban en la tienda.
El salario mínimo de Venezuela es el más bajo de la región y a todas luces insuficiente para cubrir las necesidades básicas. La mayoría pobre del país tiene una dieta deficiente, de acuerdo con cifras del Programa Mundial de Alimentación de la ONU.
En un intento por mitigar los efectos de la hiperinflación que azota al país, en mayo el salario mínimo mensual se fijó en 400.000 bolívares, 1,30 dólares al tipo de cambio oficial, que sumados a un bono de alimentación llevó la remuneración mínima legal a 2,60 dólares.
El Banco Central, que acostumbra reportar las cifras oficiales con demora, informó que la inflación acumulada entre enero y mayo fue de 295,9% y la interanual de 2.296,6%.
Como le ha ido muy bien, Quevedo está considerando no volver a su antiguo trabajo una vez que se levante la cuarentena. «Esto da mucho más que el trabajo que tenía a pesar de la pandemia», comentó a The Associated Press. «Cuando el virus termine, me imagino que va a haber más posibilidades de personas que se acerquen a comprar acá».
Como a partir de las cinco de la tarde ya todo está cerrado, su tienda hogareña es una opción para las personas que «quieren cenar con pan, porque yo cierro tarde», reconoció Quevedo, a quien no le preocupa que la policía la obligue a cerrar su improvisado comercio. «Dentro de mi espacio no me puede llamar la atención la policía. Mientras yo me cubra con el tapaboca, puedo tener esta venta dentro de mi casa».
Rosmer Díaz, un empleado público de 28 años, convirtió el lugar destinado a depositar la basura del edificio donde vive -construido por el gobierno socialista en el marco de un programa estatal- en una improvisada tienda minorista.
La cuarentena impulsó a Díaz a concretar el plan que venía madurando desde antes de la cuarentena por sus insuficientes ingresos en el sector público, donde son comunes los sueldos por debajo de tres salarios mínimos al mes.
Al principio de la recesión que comenzó hace seis años la incapacidad de la mayoría de los pobladores de Venezuela para obtener los nutrientes básicos estaba causada por la escasez. Ahora que en buena medida se regularizó el abastecimiento, la causa principal son los elevados precios.
Entre los alimentos más costosos está la cebolla, que en los último días se han vendido a unos 2,78 dólares el kilo, el doble que un mes atrás.
Desde marzo en Venezuela se han registrado 40.338 casos de COVID-19 y 337 muertes, según el Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas de la Universidad Johns Hopkins.