Eduardo Blandón
Hace un par de días, el diario El País, destacó una noticia que me llamó la atención, “Fraternidad y empatía, conceptos ausentes en las escuelas de la mitad de los países de Latinoamérica”. El texto señala que algunos valores considerados fundamentales en temas de educación se encuentran ausentes o semi ausentes en los planes de estudios de la región. Citando casos de países latinoamericanos en los que Guatemala ni siquiera es tomada en cuenta.
“En menos de la mitad de Latinoamérica las escuelas trabajan conceptos como fraternidad, felicidad, conocimiento del mundo y empatía, de acuerdo a una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que analizó los currículos de tercero y sexto grado de 19 países de la región”.
Llama la atención porque confirma la experiencia de muchos profesores (en los que me incluyo) con estudiantes con dificultad en temas de tolerancia, capacidad de sociabilización, soledad, desánimo y frustración. Caso interesante porque quizá nunca como hoy se ha hablado tanto de conceptos como “resiliencia” y “búsqueda de la felicidad”. Con lo que se cumple aquello de “dime de qué hablas y te diré de qué careces”.
Parece obvio que ese estilacho de vida contemporáneo obedece a dos ideas. La primera, derivada de la ideología capitalista que afirma el concepto de individuo. De tanto repetirlo, lo hemos asumido: estamos solos, somos nosotros contra el mundo, solo soy yo y mi libertad, la comunidad es un constructo sin sentido, un concepto miserable ligado a los totalitarismos. Los efectos están a la vista.
En la sociedad de inspiración capitalista no existe solidaridad y si la hay solo se logra de manera indirecta. Incluso la literatura más romántica vinculada a la “psicología de la felicidad”, predica la búsqueda denodada de la dicha con el esfuerzo personal en alcanzar logros, a través de hábitos y hasta cooperando con los otros, pero no por ellos, sino por nosotros mismos.
Por otro lado, un elemento que ha incidido en la falta de asunción de valores (los que señala el artículo del diario español) es consecuencia del debilitamiento y transformación del relato cristiano. El capitalismo, de vocación anti humanista, también ha permeado el corazón de la teología y la ha desvirtuado. Jesús es una especie de Bezos que predica unas nuevas bienaventuranzas en las que la salvación es producto del esfuerzo personal. “Cree y serás salvo”, basta (los demás, brillan por su ausencia). La famosa comunidad jerosolimitana parece una ficción que se soslaya quizá por comunista.
No me juzgue mal, creo en la afirmación de valores seculares. Y no soy el único, la UNESCO lo confirma en la siguiente cita:
“Estos conceptos son fundamentales para la educación para la ciudadanía mundial, que ‘tiene como objetivo inculcar a las personas, a lo largo de toda la vida, los valores, las actitudes y los comportamientos que constituyen la base de una ciudadanía mundial responsable: creatividad, innovación y compromiso a favor de la paz, derechos humanos y desarrollo sostenible’”.