Fernando Mollinedo C.
Si, pero ahora más fuerte, porque a la población guatemalteca siempre le ha llovido en todos los gobiernos que ha habido. Si; es cierto, porque la Historia no puede negar los actos de los personajes que ejercieron el poder por poco o largo tiempo. “Los políticos escriben sus justificaciones, no sus memorias”.
Los problemas se han multiplicado sin que haya capacidad y voluntad para resolverlos respetando los derechos de los sectores sociales afectados: campesinos productores de maíz, frijol, verduras, enfermeras, médicos, recolectores de basura, estudiantes, comerciantes informales, obreros y los demás estamentos que componen la sociedad. Claro, que algunos malinchistas defensores del statu quo dirán que no es culpa de nadie haber nacido en Guatemala y que en vez de quejarnos bien podríamos convertirnos en emprendedores de cualquier negocio.
No es tan fácil, el sistema bancario no otorga préstamos a personas que no puedan garantizar los créditos con bienes inmuebles, lo que hace casi imposible que se cuente con capital para iniciar una aventura económica. Quienes así lo han hecho, hoy están lamentando el cierre de su emprendimiento debido a la pandemia.
Siguen vigentes las medidas estratégicas del gobierno en contra del derecho a protestar de los estratos sociales; la averiguación previa en contra de los dirigentes campesinos y activistas destacados en el área rural y urbana, la amenaza y represión, que incluye el asesinato selectivo de los activistas de derechos humanos eliminados durante su lucha digna que los lleva a la cárcel o a morir ante la pasividad de los gobiernos para esclarecer esos crímenes.
En este momento, el terreno económico, seguridad y salud, son los más complicados y sin esperanza de encontrar soluciones ni siquiera paliativas pues están hundiendo a la población sin empleo formal e informal que hay en la calle y sin ingresos convirtiendo esta situación en un caldo de cultivo favorable a la delincuencia.
El semestre cerró con una crisis humanitaria que profundiza peligrosamente la desigualdad social en la que millones de guatemaltecos llevan pegada a su piel la incertidumbre como futuro. Es lamentable que el Estado no sea capaz de garantizar las condiciones mínimas en materia de derechos humanos.
Los pueblos indígenas no se resignan a perder sus tierras invadidas, por monopolios extranjeros o nacionales, ni sus recursos mineros, que destruyen sus bienes y zonas sagradas, expulsándolos o explotándolos en sus propios territorios, ante la pasividad de las autoridades que, en estos casos, se convierten en ciegas, sordas y mudas favoreciendo a sus verdaderos patrones, que ya sabemos quiénes son.
En el recuento de los claroscuros de los últimos años, habrá que reconocer que las contra reformas en materia económica, laboral, energética y educativa terminaron dando al traste a los pocos avances logrados, la imposición de criterios disímiles a nuestra idiosincrasia, cambiaron algunos valores éticos y morales so pena de ser calificado como delincuentes terroristas, traidor, comunista, guerrillero, desadaptado social y otros epítetos vanos.