Desde el principio de la pandemia se ha pedido transparencia en la información, tanto del manejo presupuestario como de la evolución de los contagios y de las muertes provocadas por el Covid-19 pero el resultado, en un país de perpetua opacidad como el nuestro, ha sido de ocultamiento de la realidad. En el tema presupuestario ni la Contraloría General de Cuentas ni la cacareada Comisión Presidencial Contra la Corrupción han dicho ni pío, lo que deja la sensación de complicidad porque aquí no hay ningún incauto que pueda creer que en el arca abierta por la crisis sanitaria no hubo ningún funcionario que metiera las manos como es costumbre. En el tema puramente epidemiológico, las nuevas autoridades se vieron obligadas a hacer una auditoría porque las cifras que hay no cuadran. La única cifra que se mantiene es la de “dos personas muertas por causas ajenas al coronavirus” que es falsa porque de marzo para acá han muerto miles de personas por causas ajenas al coronavirus y esas dos, si no tienen que ver con la pandemia, no tienen por que citarse como letanía.
Para mañana jueves se supone que tendremos el resultado de la auditoría y esperaríamos que se hicieran no sólo las correcciones necesarias, sino que se informe de la nueva metodología para llevar las cuentas. Los médicos en general no estudian para llevar cuentas, pero los que se dedican al tratamiento de enfermedades infecciosas y epidemias de cualquier tipo dependen de los datos precisos para tomar sus decisiones. Lo mismo tiene que ocurrir con las autoridades de salud pública, puesto que no pueden decidir con propiedad las políticas sin data suficiente de respaldo.
Alguna gente se sorprende, por ejemplo, porque en Guatemala se da el caso de que hasta 50% de las pruebas dan positivo, lo que consideran estadísticamente imposible, pero ocurre que como no hay suficientes kit de laboratorio para hacer los test, se ha limitado la práctica únicamente a personas sintomáticas y si solo quienes muestran síntomas son elegibles para las pruebas, es lógico desde cualquier punto de vista que el índice de positivos tenga que ser muy alto. Solo a los diputados y a los altos cargos del gobierno se les practican pruebas siendo asintomáticos, pero ese cuello no lo tiene el común de los mortales.
Y no es de decidir si se dan cifras para calmar a la población o para alarmarla. Es de dar las cifras tal cual son, para que se puedan tomar decisiones con base en ellas tanto en el plano económico como de salud.