Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

En un momento en el cual Estados Unidos de América reporta 2.3 millones de infectados acumulados y poco más de 120,000 muertos por el SARS CoV-2, a Donald J. Trump se le ocurrió hacer un mitin político para relanzar su campaña presidencial. Ciertamente Trump está urgido de hacerlo, por su desgaste debido al errático manejo de la epidemia. Urgencias aparte, verdaderamente sorprende que su jefe de campaña ignore que en EUA del total de infectados, el 52% sean activos (es decir contagiosos) y se vanaglorie de haber recibido un millón de solicitudes de boletos para el evento. Causa estupefacción saber que se esperaba recibir 19 mil asistentes en un recinto cerrado y que acondicionaron una pantalla gigante en las afueras del auditorio en Oklahoma para juntar a otro tanto de asistentes. También asombra que la mayor parte de los asistentes hayan hecho una cuestión de principio asistir al evento sin mascarillas de protección. En realidad el evento resultó un fiasco pues entre otros sectores, usuarios de la plataforma TikTok y fanáticos del género musical K-Pop, se las ingeniaron para boicotear el evento. No importa que solo haya habido 6 mil asistentes, es número suficiente para haber convertido la convención en un temible foco infeccioso.

La extrema derecha en EUA, partidaria de Trump, ha organizado marchas en estados de la Unión gobernados por demócratas exigiendo que se terminen las cuarentenas. Ha reivindicado la libertad de igual manera que las caravanas automovilísticas en Guatemala en contra del decretado estado de calamidad que justifica las medidas de confinamiento social. O una activista ultraderechista en Guatemala cuya imagen se ha vuelto viral al protestar furiosamente en el marco de dicha caravana. O bien Ricardo Salinas Pliego, dueño de TVAzteca y Elektra en México y el millonario guatemalteco Dionisio Gutiérrez, minimizando la peligrosidad de la epidemia y apoyando la inmunidad de rebaño. O las desenfrenadas y multitudinarias fiestas de muchachos adinerados realizadas en Guatemala en un momento en el que el porcentaje de infectados contagiosos asciende a 77%. O la actitud criminal e irresponsable del neofascista presidente Jair Bolsonaro en Brasil que ha convocado a concentraciones cuando su país tiene el 12% del total de infectados acumulados en el mundo. O la manipulación reaccionaria de los necesitados observada a fines de mayo (#caravana30M) en Buenos Aires contra el “Estado totalitario y por la libertad”.

¿Qué le sucede a la derecha aquí y allá? Mi hipótesis es que expresa el descontento que provoca en el gran capital la postración económica que provocan las cuarentenas. Esa postración castiga también de manera inmisericorde a los trabajadores informales y precarizados. Por ello en las movilizaciones que la derecha propicia, participan personas de todos los sectores sociales lo que también revela su gran capacidad de manipulación a través de medios y redes sociales. Agita las banderas de la libertad y lucha contra el totalitarismo cuando en realidad defiende el que las utilidades de sus empresas no se vean entre otros sectores interrumpidas. No cabe duda, a la derecha le falta empatía social.

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