Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Juan José Narciso Chúa

Siempre he dicho que la vida se divide en dos partes. La primera es aquella que vivimos antes de los hijos, mientras que la segunda es después de los hijos. Se escucha fácil, pero quien es padre comprende que no es así, encierra un montón de complejidades que nosotros mismos como papás, nos guardamos, únicamente nosotros las sufrimos y, a veces, en nuestro propio interior y privacidad las lloramos.

Quien es y ha sido padre, sabe muy bien, la inmensa alegría que significa convertirse en esa figura que entraña una enorme responsabilidad que no termina nunca. Cuando nace el primer hijo, cuando empieza a ver sus balbuceos, cuando esboza su primera sonrisa, cuando uno ve que ese niño o niña lo reconoce y sonríe, uno sabe que la vida de esa pequeña o pequeño lo atrapó para siempre.

Cuando uno es padre, no sabe nada de cómo serlo, aunque existen libros y manuales, la verdad que ser padre, se hace siéndolo, es una enorme constante de prueba y error, pues cada hijo es distinto, tiene diferentes sueños, son cada uno de ellos una realidad tan cambiante, pero eso hace tan interesante intentar ser ese conductor.

Luego vienen las responsabilidades, luego se presentan muchos aspectos que es necesario cubrir, en medio de un momento en la vida que uno se encuentra metido en cuestiones laborales, son esos traslapes en el tiempo, en el que uno ama estar con ellos, pero las responsabilidades del trabajo, los viajes, las reuniones, le absorben más, le hacen menor el tiempo para estar ahí, para ellos, con ellos, por ellos.

Inevitablemente, llegan pasajes duros, momentos difíciles, cuando las enfermedades aparecen y más de alguna vez, nos toca sufrir con ellos o pensar en lo peor. El doctor de cabecera es ciertamente una gran ayuda y uno debe confiar en ellos a pesar de todo y de todos. Acá quiero expresar mi enorme y eterno agradecimiento al Pediatra de mis hijos, mi gran y querido amigo el Doctor Federico Ranero, quien estuvo conmigo en todos esos trances difíciles, así como fue el fiel y permanente guardián de la salud de mis hijos. Federico es tan gran amigo, que, durante toda esa etapa de idas y venidas a su clínica con mis hijos, nunca, pero nunca me cobró un centavo. Agradecimientos eternos Federico.

Y así, con el crecimiento de los hijos, los problemas se van haciendo más grandes, las necesidades son mayores, los tiempos se hacen más exigentes y a veces, muchas veces, en la soledad de la noche, uno está reflexionando cómo podré enfrentar esta situación, cuánto se necesita para enfrentar ese gasto. O bien aquellos momentos de cómo decirle sobre esta cruda realidad, ¿cómo convencer de que esa perspectiva está equivocada?, pero ¿cuál es la correcta?, ¿la mía o la de la vida?

Y así poco a poco y sin sentirlo, nos hacemos padres. Como bien dice, uno no entiende qué es ser hijo hasta que es padre, y tal vez es cierto, lo que sí es indiscutible que cada momento se construye esa figura del papá, en cada risa de ellos, cuando eran pequeños o ahora de grandes sabe que uno que algo aportó para que hoy sean hombres y mujeres de bien.

Ah, pero la construcción de ese ser padre, no termina cuando crecen, los hijos, no, para nada únicamente cambia. Posiblemente ya no es uno la primera persona a quien escuchan, pero saben que uno está ahí en cualquier momento y así poco a poco, sin decir nada, con muchas noches de desvelo, con muchas alegrías, con sus respectivas tristezas, sin sentirlo a veces, uno se hizo de esa aventura de ser padre y viendo hacia atrás todo lo que se hizo y dejó de hacer, e igual al ver a sus hijos, uno puede decir Gracias a la Vida.

*Tengo que lamentar con mucho dolor el fallecimiento de dos queridos amigos Samuel Alfredo Monzón y más recientemente de Haroldo Rodas Melgar, El Nene, ambos grandes profesionales y con quienes tuve la oportunidad de compartir agradables e inolvidables momentos. Mi más sentido pésame para sus familias e igual para todos aquellos amigos en común con ambos. Descansen en paz Samuel y Haroldo.

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