Danilo Santos
El asesinato de Domingo Choc Chen debería preocuparnos sobremanera porque resulta en una muerte provocada por la intolerancia y la ignorancia, ambas, pilares de la cultura guatemalteca labrada por quienes producen las ideas dominantes desde la creación de la República hace casi doscientos años y antes de ella en la época colonial. “Somos un país inacabado”, que se yergue sobre el efectivo embrutecimiento de las masas, no solo de pobres y campesinos, sino de las masas: las redes sociales se han vuelto el espejo de tal cuestión. En las redes de produce y reproduce esa cultura violenta e intolerante, sin ningún tipo de pensamiento crítico y con una alta carga moralista y a la vez de hipocresía, porque se publica lo que debe ser correcto, lo “políticamente correcto”, pero se vive a contrapelo con todo tipo de acciones que desde su propio sanedrín serían mal vistas. Quemar a una persona viva luego de torturarla toda la noche, acusándolo de brujería y condenándolo a muerte basados en supuestos (que le metió sapos en el estómago a alguien), es un indicador vergonzoso del salvajismo en el que vivimos.
Solo falta que quienes matan a los demás por no entender sus ideas o forma de vida, nos gobiernen, perdón: eso ya está pasando. Esa realidad nuestra parece ficción, una suerte de extremos que se tocan, por un lado, la ignorancia atroz que busca explicaciones mágicas a los fenómenos sociales, políticos y culturales, no digamos a los naturales, y por el otro, unas capas de población hiper informadas que creen que lo saben todo porque lo leyeron en las redes sociales; que lo creen todo, que no cuestionan nada. El próximo paso será prohibir los libros y que lo que las nuevas generaciones conozcan de la historia o su aprendizaje en general, sea dictado en línea, por la web, controlando sus emociones por las redes. La novela de Ray Bradbury publicada en 1953, donde los libros eran quemados y el conocimiento y la verdad son transmitidos por los medios de comunicación (y las redes ahora), por descabellado que parezca, se está haciendo realidad. La novela se llama Fahrenheit 451; que es la temperatura necesaria para que las hojas de los libros se enciendan en llamas. En Guatemala, se escribe otra novela más macabra donde se queman a los portadores de los conocimientos de esos libros, literal o metafóricamente. Literal en el caso de Domingo Choc Chen, y metafóricamente en el caso de cualquier disidencia de las ideas religiosas, políticas y económicas que sojuzgan la razón y nos condenan a la ignorancia y la subalternidad de gente obtusa que pide unidad a gritos y consuela al pueblo con ayuno y oración. No, los problemas del país no se resuelven gritando ni implorando al “altísimo”, sino buscando, encontrando y combatiendo la causalidad de una educación paupérrima y una salud deficitaria, de las asimetrías económicas y sociales, de la exclusión política, de la estúpida intolerancia que lleva a prender en llamas a un ser humano porque no entendemos lo que hace y dice o simplemente no nos gusta. Terminemos de labrar nuestro país más allá de un solo pensamiento y seamos una República integrada por las naciones que habitan su territorio y que las ideas que también nos habitan se vean representadas en todos los ámbitos de la vida.