Víctor Ferrigno F.
Fundada el 22 de mayo de 1920, la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) cumplió cien años de heroísmo y rebeldía, convirtiéndose en uno de los referentes de lucha estudiantil y ciudadana más importantes de la sociedad guatemalteca.
Los jóvenes de cada generación eligen a sus referentes culturales y políticos, que influyen su pensamiento y praxis. Los estudiantes de la generación de 1970 adoptamos al Comandante Ernesto Che Guevara y a la AEU como símbolos de la rebeldía juvenil, con la que enfrentamos a las fuerzas represivas, que diezmaron las filas del movimiento social.
Con su ejemplo y entrega, el Che Guevara marcó a nuestra generación, imponiendo con su ejemplo un principio fundamental: debe haber congruencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Con esa convicción, construimos decenas de organizaciones estudiantiles que fortalecieron a la AEU, y gestamos miles de acciones académicas y revolucionarias, dentro y fuera de la Universidad de San Carlos (Usac), demostrándole a los dictadores Arana, Laugerud y Lucas, la inagotable rebeldía de nuestra generación.
Esa rebeldía juvenil enfrentada a un sistema injusto, machista, racista, excluyente y caduco, recorrió el orbe en casi todas las latitudes. Influidos culturalmente por el movimiento de París de 1968, la Revolución Cubana, el sexo libre, la música de protesta, la literatura y la poesía iconoclastas, así como la revolución tecnológica, sacudió mentes y espíritus, y nos empujó a transformar el mundo. Al entrar a la ciudad universitaria, en 1972, vi un mural del genial Tecolote Ramírez Amaya, que sentenciaba: “La revolución no se hace con el culo pegado a un escritorio”. Iconoclasta pero certero, nos lanzó a la acción, con razón y valentía.
En ese contexto, hubo muchos hitos políticos nacionales e internacionales que marcaron a nuestra generación. Los más relevantes fueron el reinicio de la lucha armada revolucionaria en Guatemala, con el ajusticiamiento del Tigre de Ixcán, en junio de 1975, el triunfo de la Revolución Sandinista, y el auge revolucionario en El Salvador.
Esto abrió un debate público sobre la vía de la revolución que, lamentablemente, estuvo cargado de sectarismo y excesos injustificados, afectando a la AEU, a pesar de lo cual jugó un papel de gran compromiso.
Todas las fuerzas democráticas de la Usac coincidíamos en que en Guatemala era necesario un cambio revolucionario, pero discrepábamos sobre la manera de lograrlo. Un sector universitario, siguiendo la línea del Partido Comunista de la URSS, a la que respondía el PGT y FRENTE, creía posible llegar al poder por la vía electoral. En contrapartida, muchas agrupaciones estudiantiles, como el Frente Estudiantil Revolucionario Robin García (FERG), apoyaban la estrategia de Guerra Popular Prolongada que promovían el EGP, ORPA y FAR. Después de décadas de lucha, esta estrategia tampoco pudo tomar el poder y, junto al PGT, aceptaron un alto al fuego y negociaron los Acuerdos de Paz, ya integrados a la URNG.
La corriente político-estudiantil revolucionaria jugó un papel de primera línea en los movimientos de transformación académica en Arquitectura, Humanidades, Medicina y Psicología, aportando cuestiones medulares en materia académica y política.
Ingresé a la Usac en 1972, y participé en la dirección de la AEU durante cuatro periodos, conociendo a fondo su accionar y sus sacrificios entre muertos y desaparecidos.
Durante los últimos cien años, la AEU ha sido un referente nacional para la luchas ciudadanas, sin embargo, nunca fue sometida a tantas exigencias ni sus cuadros sufrieron tanta represión como el periodo 1972 a 1982. Pagó la cuota de sangre más alta que agrupación estudiantil alguna haya aportado, y se mantuvo en su trinchera de lucha hasta donde fue posible. Por ello reseño ese periodo, el que me tocó vivir, y que debe ser recordado por las nuevas generaciones, después de cien años de heroísmo y rebeldía.