Julio García-Merlos G.

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Julio García-Merlos
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Hoy, debemos ser cautelosos ante las medidas extraordinarias que toman las autoridades y el respeto a nuestros derechos y libertades. Hay un dicho que reza a grandes males, grandes remedios; sin embargo, las medidas que toman los gobiernos ante la crisis sanitaria son temporales, bajo ninguna circunstancia pueden ser permanentes. En otras partes del mundo, líderes irresponsables toman ventaja para arremeter contra la institucionalidad republicana.

Hace unos meses, antes del inicio de esta situación en el mundo se deterioraba la calidad de las democracias producto de las derivas populistas, el nacionalismo exacerbado y la aparición de varias figuras autocráticas. Para ver esto no debemos ir muy lejos, basta con pasar la frontera oriente y visitar El Salvador.

Nayib Bukele encandiló a muchos analistas y personajes de la vida nacional guatemalteca con la forma en que rompió el bipartidismo histórico del país vecino y prometía unos nuevos rumbos alejados en buena medida del status quo político. Sin embargo, en los últimos meses ha emprendido una deriva autoritaria que incluyó la toma militar del Congreso salvadoreño y duras restricciones a las libertades individuales en el contexto de la pandemia del coronavirus.

A Bukele se le unen otros dos personajes populistas e irresponsables. En Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega oculta los verdaderos datos en relación con la pandemia y ha puesto en riesgo la vida y la integridad de la población. Y en nuestro vecino país del norte, Andrés Manuel López Obrador lidera una gestión que ha subestimado el impacto de la pandemia en la salud pública y presenta una serie de desvaríos y comentarios desafortunados que solo agravan la crisis sanitaria y económica en el país vecino.

¿Acaso no era López Obrador la gran esperanza de la izquierda latinoamericana? ¿Quiénes eran los que recibían con complacencia la elección de Bukele en El Salvador y que ahora guardan silencio mientras se deteriora la institucionalidad en el aquel país?

Muchos líderes de opinión pública en Guatemala deben meditar sobre la forma en que se refieren a determinados líderes políticos que a la vuelta de estar en el poder atacan las instituciones republicanas y afectan las libertades individuales.

Sobre todo, en estos tiempos en los que muchas personas están dispuestas a sacrificar buena parte de sus libertades y de su privacidad en aras del mantenimiento de la salud e integridad. El colectivismo y el estatismo avanza, las personas dejan los asuntos por completo en manos de los políticos y corren riesgo muchos de nuestros derechos.

En Guatemala el liderazgo del Presidente Alejandro Giammatei ha pagado dividendos, a pesar de la escuálida institucionalidad pública con la que se encontró al asumir la Presidencia.

Otra lección que podemos sacar de esta crisis es lo vital del liderazgo político serio e importancia de la prudencia política porque a pesar de coincidir ideológicamente con un líder político, esto no garantiza su capacidad de gestión ni la transparencia de las decisiones y contrataciones. Por ello, los ciudadanos debemos involucrarnos, fiscalizar y cuidar nuestros derechos individuales, para que al salir de la pandemia el “para mientras” no se convierta en un “para siempre” en el que el Estado se ha arrogado más facultades intervencionistas.

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