Francisco Cáceres Barrios
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El presidente Giammattei dijo en su conferencia de prensa del pasado domingo 3 de mayo, que su gobierno se pondría a planificar el retorno del transporte público es decir, darle la atención debida a algo que si no se hace bien, podría ser causa de mayor contagio del coronavirus COVID 19, ya que de por sí constituye una inmensa fuente de contaminación ambiental y una elevada suma de accidentes de tránsito. Por ello habría que aprovechar la preciosa oportunidad coyuntural para no seguir en las mismas, pues tenemos un transporte colectivo tan malo, tan deficiente y peligroso que ha llegado hasta merecer el calificativo de ser uno de los peores del mundo.
¿Se imagina el apreciable lector el regreso de los mentados “tomates” a nuestras calles? ¿Se podrá percatar de la fuente de contagio que el destartalado interior de la mayoría de esos vehículos podrá brindar a nuestra población, cuando ya de por sí constituyen una fuente peligrosa constante para sus pasajeros vilmente explotados, pues los choferes y sus “brochas” además del mal servicio, les obligan a pagar precios exorbitantes por una mala transportación?
La coyuntura actual del posible y paulatino retorno a la normalidad derivado de la contención de la pandemia del coronavirus debiera ser aprovechada por nuestras autoridades. Ahora es cuando, se podría planificar el desarrollo a gran escala del Transmetro, de mejorar el ya deteriorado estado de los vehículos del Transurbano y de diseñar, con otro tipo de vehículos, un transporte colectivo con unidades más pequeñas, para distancias relativamente cortas, que enlazaran con las terminales o paradas de los vehículos más grandes y así poder facilitar en todo el sentido de la palabra un transporte más seguro, rápido y confortable y no seguir más con algo que en realidad ¡no tiene nombre!
Por otro lado, contamos con un transporte extraurbano de pasajeros y carga que sigue siendo una de las principales causas de muertes, lesiones, daños y perjuicios, los que a través del tiempo en vez de mejorar ha ido cada día peor, aunque hay que reconocer que ha habido empresarios del transporte que, con unidades especialmente diseñadas y fabricadas para prestar este tipo de servicio, lo han sabido mejorar ostensiblemente para beneficio de los usuarios.
Este es el momento de pensar en grande, de dejar de lado la mala costumbre o práctica de implementar sistemas que podrían haber estado bien para pasadas décadas, todavía diseñadas con mentes aldeanas y con una prestación de servicios hasta cierto punto mínimas, pero que en pleno siglo veintiuno, resultan ser no solo inadecuadas sino muy inseguras para sus usuarios.
Es ahora cuando la iniciativa privada guatemalteca debiera poner su grano de arena para que unidos con el Estado en una empresa mixta pudieran pensar en algo mucho más seguro, cómodo y práctico, para ser utilizado por quienes son su principal fuente generativa de producción y eficiencia, como de desarrollo y progreso para el país.