Personas desempleadas esperan afuera de un banco estatal que tiene problemas para entregar las ayudas en dinero en momentos en que la pandemia del nuevo coronavirus afecta a la economía, en Río de Janeiro, Brasil. Foto la hora: Silvia Izquierdo/ap.
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Por MAURICIO SAVARESE y DIARLEI RODRIGUES
RÍO DE JANEIRO
Agencia (AP)

Ivanilson Gervásio ya se había quedado sin trabajo cuando el coronavirus apareció en Brasil a finales de febrero. A medida que aumentan los contagios hoy día en medio de una implosión simultánea de la economía más grande de América Latina, sus esperanzas de encontrar empleos se han evaporado, obligando a Gervásio a hacer fila durante horas afuera de un banco estatal para recibir una asistencia mensual del gobierno equivalente a 110 dólares.

El hombre deseaba comprar carne de res para su hija de 6 años, que no la ha probado en casi un mes.

Multitudes de brasileños pobres como Gervásio enfrentan demoras burocráticas para conseguir la asistencia en medio de fraudes y una respuesta de emergencia desarticulada de funcionarios federales. Las autoridades incluso pusieron en marcha una aplicación para celular a fin de avisar sobre los pagos, aunque muchas personas sólo tienen teléfonos móviles rudimentarios.

Así que Gervásio, como muchos brasileños, tuvo que salir de casa durante el confinamiento impuesto para frenar la propagación del virus a fin de ir al banco Caixa Economica Federal.

Mientras los brasileños atiborraban las sucursales bancarias en todo el país, el presidente Jair Bolsonaro era blanco de críticas por la lentitud para ayudar a los más pobres durante la crisis.

Tanto la izquierda como la derecha ya habían arremetido contra Bolsonaro por minimizar el peligro para la salud y por demorar un rescate para la economía.

El coronavirus ha causado la muerte de más de 5.400 personas en Brasil, la cifra más alta en América Latina, aunque incluso algunos funcionarios locales admiten que el número es mucho mayor. Estos funcionarios prevén que la cifra de muertes alcance su nivel más alto en mayo.

Largas filas se formaron el lunes en todo el país después que la ayuda de emergencia anunciada a principios de abril finalmente fue liberada. El plan de asistencia beneficiará a 24 millones de personas que trabajan en la economía informal sin prestaciones, los cuales representan más del 10% de la población.

Gervásio, que llevaba una mascarilla improvisada de colores negro y amarillo, era el tipo común de persona entre los beneficiarios: no tiene una cuenta bancaria y apenas entiende cómo utilizar la aplicación móvil sobre la asistencia. Gervásio está desempleado desde hace seis años, sobrevive haciendo trabajos ocasionales y utilizó el teléfono celular de un amigo para registrarse a fin de conseguir la ayuda.

«No hay comida en casa», dijo Gervásio, con lágrimas en los ojos mientras relataba que dependía de los vecinos para alimentarse. «No tememos al coronavirus, pero el hambre es cruel».

En la misma fila se encontraba la manicurista Maiara Sales, de 31 años, que dejó a su hijo discapacitado de 5 años en casa para ir al banco a reportar que su identidad y su primer pago de 110 dólares habían sido robados.

«Ni siquiera puedo eliminar el correo electrónico que registraron como mío», dijo, y agregó que muchos en su vecindario tienen hambre. «He visto a gente llorando, que necesita comer. El gobierno necesita estar más organizado. Tengan o no dinero para pagarnos».

Bolsonaro alega que los trabajadores de la economía informal en Brasil están sufriendo debido a la medida de quedarse en casa a la que él se opone y que fue implantada por gobernadores y alcaldes. Insiste en que debería permitirse que la mayoría de los brasileños regresen a trabajar, con excepción de las personas vulnerables, como adultos mayores o aquellas con problemas de salud subyacentes.

Sin embargo, los gobernadores aseguran que Bolsonaro no les ha entregado suficientes recursos federales para enfrentar la pandemia. La mayoría de los estados y ciudades del país carecían de recursos desde antes de la crisis, afirman.

Incluso el rico gobernador del estado de Sao Paulo, João Doria, que hizo una fortuna en mercadotecnia, apoya una intervención estatal más enérgica.

«Salvando vidas podremos salvar la economía», declaró Doria el mes pasado.

Doria, uno de los más duros críticos de Bolsonaro, dijo que su decisión de parar actividades en el estado de Sao Paulo —el más poblado de Brasil— le ganó una intensa oposición entre sus amigos del sector privado, incluido uno que le llamó «molesto y enfurecido».

«Le dije que al final de esta pandemia, habré contribuido a salvar su vida y la de su familia», declaró Doria. «Y eso se debe a que estamos adoptando las medidas correctas».

Sao Paulo recibió a principios de abril recursos federales de emergencia equivalentes a alrededor de 20.000 millones de dólares, pero nada después de eso, aseguró Doria.

El Senado de Brasil tiene previsto someter la semana entrante a votación un plan por un equivalente a 17.000 millones de dólares para los estados y ciudades a fin de compensarles por las pérdidas económicas. Aunque la cámara baja ya lo aprobó, el ministro de Economía, Paulo Guedes, señaló que entregar la ayuda de emergencia podría ser como repartir un cheque en blanco.

Guedes, defensor del libre mercado, había ganado el apoyo de gran parte de la comunidad empresarial para la campaña presidencial de 2018 de Bolsonaro con promesas de privatizar empresas estatales, reducir el gasto público y abrir sectores cerrados de la economía a una mayor inversión extranjera.

A pesar de la aversión de Guedes a la entrega de fondos federales, el gobierno de Bolsonaro reconoce que son necesarias.

Caixa redujo las tasas de interés a los sobregiros y a los pagos a plazos con tarjeta de crédito, y el gobierno permitió a todos los ciudadanos retirar el equivalente a un mes de salario mínimo, unos 195 dólares, de las cuentas estatales para el retiro que son obligatorias para todos los trabajadores brasileños. El gobierno federal también está enviando a médicos a algunos lugares de alta incidencia de coronavirus, como la ciudad amazónica de Manaus, donde se han apilado féretros en fosas comunes.

Las reformas de libre mercado que Bolsonaro y Guedes desean impulsar son lo contrario a lo que el gobierno debería estar haciendo en el corto plazo, dijo la brasileña Monica de Bolle, asociada sénior del Instituto Peterson para Economía Internacional, en Washington.

De Bolle prevé para este año una contracción de la economía de Brasil de 9%, mayor a la de la recesión de 2015-2016, y que la tasa de desempleo supere el 20%.

El equipo económico de Bolsonaro continuaba concentrado en marzo en las reformas económicas mientras los casos de coronavirus aumentaban, en lugar de conseguir recursos para los que más los necesitaban, dijo De Bolle durante una conferencia en línea el martes patrocinada por el Centro Wilson, con sede en Washington.

«Esta es una crisis única como nunca habíamos visto en Brasil», agregó.

Bolsonaro también se vio envuelto esta semana en una crisis política debido a la salida de su ministro de justicia, Sérgio Moro.

A la pregunta de por qué la cifra de muertos en Brasil rebasó esta semana a la de China, Bolsonaro respondió: ¿Y qué?

Agregó: «Lo lamento. ¿Qué quieren que haga?»

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