Hay una problemática que ha surgido en el contexto de la pandemia, que muy poco se está discutiendo en Guatemala: el acceso a la educación virtual. Los nuevos mecanismos adoptados e implementados para suplir las clases presenciales, están evidenciando la desigualdad que existe en el acceso a internet y otros recursos electrónicos, los cuales son necesarios para que estudiantes de distintos niveles puedan continuar sus estudios desde casa. Esta problemática se complejiza al tomar en cuenta el área geográfica donde residen las y los estudiantes e indudablemente la agudización de la crisis económica que provocará la deserción, si no se establecen medidas adecuadas para prevenir esto.
Guatemala es uno de los países de la región que menos invierte en educación y no es ningún secreto que el sistema de educación pública ha sido desgastado, para justificar la privatización de este derecho, para validar socialmente la idea de que para obtener educación de calidad hay que pagar y mientras más caro se paga “mejor” será el “servicio” recibido, convirtiendo su acceso y calidad en privilegios, que únicamente pueden ser costeados por quienes tienen el dinero para “invertir” en una buena educación para sus hijas e hijos.
Hemos visto decenas de noticias cada año sobre el estado de la infraestructura de las escuelas, en las que observamos niñas, niños sin escritorios, aulas inundadas durante el invierno, refacciones escolares y material didáctico que llegan a mitad del ciclo escolar. Sabemos de la demanda constante de la Universidad pública por recibir el 5% constitucional que le corresponde y que no ha recibido por años. Pero principalmente para quienes en hemos estudiado en el sistema público (en cualquiera de sus niveles), conocemos y hemos vivido en carne propia las carencias, limitaciones y deficiencias que existen, cuya responsabilidad no radica solamente en los docentes, sino principalmente en el Estado cuyos gobiernos no han tenido como prioridad el fortalecimiento y dignificación de la educación pública.
Los nuevos procedimientos implementados en todos los niveles educativos no parecen estar acordes a la realidad que vivimos, porque suponen un amplio acceso a internet y computadoras que no existe y que difícilmente pueden o podrán ser adquiridos en medio de esta situación económica, que está agobiando a cientos de familias en todo el país. El internet no es una prioridad, si no se tiene que comer o con que pagar la renta, medicamentos, servicios como la luz y el agua, el internet pasa a tercer o cuarto plano.
El mecanismo de clases virtuales en sí mimos tampoco implica el aprendizaje satisfactorio porque el acompañamiento es fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje, esto implica que tampoco puede suplir por completo la interacción, el intercambio de ideas, el resolver dudas. Lo virtual tampoco toma en cuenta las distintas capacidades de la y el estudiante, sus dificultades o fortalezas. Implica además que el personal docente esté capacitado, con constante formación para utilizar y aprovechar al máximo las herramientas virtuales, de forma que esto no se convierta en un suplicio para el estudiantado.