Francisco Cáceres Barrios
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El problema de la crisis económica está llegando al punto álgido. A cada paso que damos nos encontramos con alguien que nos dice que lleva un mes sin poder trabajar, lo que significa que no tiene en el bolsillo un solo centavo para darle de comer a su familia, la mayoría compuesta al menos con cinco miembros. En los primeros discursos el presidente Giammattei tocó el tema y expresó con mucha seguridad que se estaban diseñando programas para apoyar especialmente a la gente de escasos recursos, fuera con dinero en efectivo, con cajas o bolsas conteniendo una dieta básica de alimentación o bien con aportes a los patronos y trabajadores que más habían sido afectados con las medidas de contención para evitar el contagio del coronavirus.
Como buen chucho apaleado que es uno y no de unos cuantos, sino de muchos años de experiencia, me asaltó la duda de cómo el presidente Giammattei iba a poder enfrentar esta nueva fase de su responsabilidad, pues seguramente a nadie se le escapa que llegó a encontrar al gobierno y al país en condiciones nada favorables para el éxito de sus actividades. Porque muy buenas pudieron ser las intenciones que llevó al ocupar la presidencia pero, muy distintas serían las condiciones de operatividad y funcionamiento de la máquina que iba a encontrar. De esa cuenta, bien sabido es por todos, que no contamos con estadísticas confiables, mucho menos con documentos de identificación que permitan poder llevar un eficaz control de las personas que podrían ser merecedoras de cualquier programa de beneficencia.
Es así, como se dio a los alcaldes la responsabilidad de llevar el control de los vendedores de los mercados cantonales o de la región a su cargo, pues se suponía que ellos sabían con exactitud los nombres, apellidos, domicilios y demás datos necesarios para una buena identificación. Pero una cosa es suponer y otra muy distinta es la realidad, con esto más, que a nadie se le escapa de dónde cojean nuestros políticos, por lo que a la primera de cambios surgieron los acostumbrados dados cargados a favor de “su gente”, despedazando con ello las buenas intenciones presidenciales.
Si lo anterior es un serio y delicado problema, mucho más difícil es desenmarañar los entrampados procesos burocráticos que caracterizan a nuestra administración pública, a la que por lógica consecuencia se le debe encargar el procedimiento para revisar que una empresa realmente existe, que sus datos, referencias y documentación se encuentra apegada a la ley, como a la realidad, para entonces poder favorecer a sus trabajadores con el pago de sus prestaciones en dinero, que les permita al menos subsistir durante el período de tiempo necesario para evitar el contagio del coronavirus.
Por todo lo expuesto, es que soy del criterio que el gobierno del Doctor Giammattei tendrá que ajustar y afinar la estrategia para poder apoyar efectivamente a los más afectados por la actual situación imperante.