En febrero la alcaldesa de la ciudad de San Francisco, California, fue seriamente criticada por haber dispuesto medidas de distanciamiento antes de que la epidemia del coronavirus llegara a esa populosa ciudad de la costa oeste de los Estados Unidos. Creó gran conmoción porque ordenó la suspensión de espectáculos muy concurridos e impidió que se realizara, en ese tiempo, un juego del famoso equipo de los Golden State Warriors que justamente en esta temporada se habían movido desde Oakland, siempre en el área de la famosa bahía, para jugar en su nuevo estadio en San Francisco. Le llovieron las críticas y prácticamente toda la opinión pública se le volteó por actuar en una forma que muchos consideraban más alarmista que previsora.
London Breed, que así se llama la jefa del Ayuntamiento, aguantó las críticas que tuvieron un alivio cuando poquísimo tiempo después la misma NBA comunicó que entre los jugadores de los equipos profesionales del baloncesto se había dado ya un primer caso positivo de coronavirus. Mientras en otras ciudades de Estados Unidos la enfermedad se propagó rápidamente y empezaron a morir en forma casi masiva muchos de los contagiados, San Francisco es una ciudad donde la famosa curva de los contagios se ha mantenido bastante plana, al punto de que al día de hoy presenta 875 casos y 14 defunciones, con una de las más bajas tasas de apenas 100.6 contagios por cada cien mil habitantes, cifra que es mucho menor de la que presentan muchas de las grandes urbes norteamericanas.
Siempre se ha dicho que no por mucho madrugar amanece más temprano, pero evidentemente en el caso de esta pandemia, cuando se actúa con previsión se pueden obtener mejores resultados. Justo en el tiempo en el que la alcaldesa de San Francisco tomaba medidas drásticas para forzar al distanciamiento entre la gente, el Presidente de los Estados Unidos hablaba del “virus chino” y de cómo los demócratas, según él, estaban haciendo demasiada alharaca con el tema para llevar agua a su molino electoral. La Casa Blanca también habló de que el virus lo que provocaba era “una gripona” y no tomó al principio en cuenta las opiniones médicas que advertían de una exponencial propagación de la enfermedad.
Juzgar a posteriori es más fácil y por ello ahora todo mundo puede reconocer el acierto de las políticas de San Francisco que no sólo se han traducido en menor ritmo de contagios, sino que también en menos muertes porque el sistema de salud ha sido suficiente para atender la demanda, situación que no ha ocurrido en todos lados en los Estados Unidos. Es obvio que la contención es fundamental y que, por duras que puedan ser las consecuencias económicas, al final de cuentas reduce el tiempo del sacrificio que, de todos modos, tiene que hacerse en el campo económico y por ello la recuperación puede llegar antes en sitios donde funciona la previsión para hacer menor la tasa de contagios.
El hecho es que tarde o temprano se tiene que llegar a medidas drásticas de aislamiento, pero mientras más tarde se adopten mayor será el nivel de contagios y por lo tanto de muertes. Por ello, en esta crisis resulta que por madrugar si amanece más temprano porque la vuelta a la actividad económica también llegará antes.