Adolfo Mazariegos
Durante las últimas semanas se ha escrito, se ha hablado y se ha escuchado bastante acerca de la pandemia que afecta al mundo (como es de suponer que suceda cuando ocurre un fenómeno como el que actualmente nos ocupa), todo ello desde distintos ángulos y con distintos propósitos. Ha habido desde opiniones científicas en el campo de la medicina y de los sistemas de salud en términos globales, hasta teorías y elucubraciones conspirativas en torno a cómo, por qué, o cuál es la verdadera razón por la cual surgió el COVID-19. Sin embargo, al tiempo que los días van siguiendo su curso mientras vemos cómo la enfermedad se expande afectando a miles de personas por todo el mundo, se ha podido apreciar también, desde la óptica de las ciencias sociales, otro fenómeno casi imperceptible para la sociedad global en términos generales, en virtud de que estamos (casi) todos inmersos en esa suerte de preocupación por evitar el contagio y pendientes, quizá, de las estadísticas y de los avances que suelen comentarse casi a diario, sea para bien, sea para mal. Ese fenómeno al que me refiero, es una casi inexistente oposición ciudadana (prácticamente en todo el mundo) a episodios que desnudan argucias, estrategias, o simples formas de proceder mediante las cuales, alguien que ejerce el poder gubernamental, puede hacerse con cuotas extras o capacidades especiales que, en situaciones normales, serían catalogadas como autoritarias o dictatoriales inclusive, dado que limitan derechos ciudadanos o facilitan la concentración de facultades extraordinarias en una sola persona o en un grupo muy reducido, lo cual puede acarrear problemas serios en el marco de la democracia y de la práctica política en los Estados actuales (claro, este es un caso especial, dadas las circunstancias, pero bien vale la pena analizarlo). Los efectos de la pandemia a nivel sanitario son una cosa; los efectos económicos, otra; importantes y delicados ambos, sin duda, pero los efectos políticos en tanto ejercicio ilimitado del poder…, eso es algo que trasciende y que puede ir más allá de las medidas o estrategias que en un momento dado se adopten para recuperar la economía o para salvaguardar la salud y la vida de la población. Otro riesgo es la utilización de una crisis sanitaria -o económica, como la que ya se vive-, para colgar de la ventana cortinas de humo que distraigan, aún más, la atención de la ciudadanía en función de aprovechar tal situación para llevar a cabo acciones que podrían ir en detrimento del futuro de un país, tanto de forma inmediata, como a mediano y largo plazo. En río revuelto, ganancia de pescadores, reza el dicho popular, por lo que convendría, asimismo, no perder de vista esos detalles que también son importantes, en el mundo entero.