David Barrientos
A partir del fin de la guerra fría y el auge de la globalización se han producido cambios que demandan transformaciones en el área de la seguridad, ahora debe ser multidimensional. La organización y diseño de las fuerzas e intento de políticas de seguridad están basadas aun, en las lecciones de la segunda guerra mundial; muy distantes de los desafíos actuales, dentro de los que se encuentran: la integridad territorial, exclusión social, masivas migraciones, terrorismo nacional e internacional, daños provocados por material o residuos biológicos y químicos tóxicos, amenazas bacteriológicas y epidémicas, seguridad cibernética, crimen organizado transnacional, cambio climático, la infraestructura crítica, fenómenos naturales, daños al patrimonio tangible e intangible; estas en determinado momento ponen en riesgo la paz y la seguridad. La prevención y respuestas a los actuales y emergentes desafíos definirán el estado de seguridad de cada país en el actual reordenamiento geopolítico y geoeconómico. Deliberadas o no, las epidemias se convierten en amenazas para los seres humanos y por tal razón requieren de medidas activas y pasivas para su contención en función del bien común señalado en la constitución política vigente.
El sistema de seguridad nacional guatemalteco esta normado en una ley marco, creada en una etapa coyuntural de post conflictos regionales, bajo la agenda impuesta de la seguridad democrática impulsada en la región, que carece de alcances para enfrentar los nuevos desafíos y hoy requiere de una revisión. La dinámica que ha provocado el COVID-19, ha hecho reaccionar adecuadamente a la estructura estatal, social y económica del país, la crisis que estamos viviendo nos muestra que nuestro sistema de seguridad en tan poco tiempo ya es anacrónico y de pobre aplicación, es de urgente actualización. Estamos en una era diferente, la seguridad hoy involucra una amplia gama de temas que demandan diversas capacidades integradas. Esta pandemia señala que el sistema nacional de seguridad debe ser multidimensional y que las acciones en este esfuerzo de atención y contención deben ser atendidas bajo la dimensión de la salud y quienes debe liderar este esfuerzo son hombres y mujeres de blanco y celeste, donde la unidad de mando esté centralizada en expertos en atención a la salud, equipados con laboratorios de contención máxima, hoy con pruebas rápidas COVID-19 y en general con los instrumentos he infraestructura adecuados y suficientes; un sistema de salud moderno; mismo que en todo caso está ligado en mayor o menor medida en la respuesta a todas las amenazas o desafíos de diversa naturaleza que enfrenta la seguridad. Es también necesario el soporte de otros organismos estatales como el ministerio de defensa, incrementando la seguridad en las fronteras y apoyando decididamente en la adecuación de centros asistenciales, gobernación manteniendo el orden público, incluso del sector económico como seguramente seguiremos viendo en las próximas semanas y meses.
La seguridad entonces no se circunscribe a la defensa estatal tradicional, requiere de una organización con mecanismos de coordinación e integración inmediata de capacidades y conocimientos diversos, además de liderazgos efectivos; en otras palabras, hombres y mujeres país, que puedan estrategizar su accionar con un enfoque antropocéntrico en esta nueva era.