Hay aspectos colaterales que se dan en el marco de esta pandemia en los que mucha gente no repara y dadas las condiciones precarias en que vive tanta gente en Guatemala, debemos tomar en cuenta. Ayer en las afueras del Albergue Puerta de Esperanza en la zona 8 de la ciudad de Guatemala, horas antes de que llegara la hora del toque de queda a las cuatro de la tarde, unas ochenta personas que no tienen hogar se aglomeraban para esperar a que les abrieran las puertas del refugio. Como puede verse en las fotografías que hoy publicamos, no existe ningún distanciamiento entre ellos y simplemente aguardan la oportunidad para ingresar a dónde podrán pasar las doce horas encerrados.
Publicamos esas fotos porque es importante que entendamos todos que dadas las disparidades sociales que hay en todo el mundo, pero que aquí alcanzan proporciones extremas, hay mucha gente que se encuentra en verdaderos aprietos y que a la escasez de recursos para alimentarse tienen que agregar la falta de un hogar para refugiarse. La cantidad de gente que vive en la calle, literalmente, es muy alta en un país donde se carece de programas eficientes de asistencia social.
Ignoramos cuáles son las condiciones del albergue, pero indudablemente que más de ochenta personas se convierte en un número poco manejable aún con las mejores intenciones y la mejor disposición de los encargados. Y eso es reflejo de una parte de nuestra sociedad que, junto a quienes disponemos de mayor comodidad, está sufriendo las terribles consecuencias de esta pandemia que se extiende por el mundo cambiando en muchos sentidos la concepción misma de la vida en sociedad.
El Papa Francisco ayer, al dar la bendición a todos los católicos del mundo, insistió en el tema de la necesaria unidad que tenemos que tener todos los seres humanos en estos momentos dramáticos que nos están tocando vivir. Repitió varias veces la palabra solidaridad como una de las grandes necesidades de estos tiempos extraordinarios y es algo que tenemos que aprender a practicar porque en términos generales es una práctica que cayó en desuso.
El caso del Albergue Puerta de Esperanza es apenas un ícono más dentro de los muchos que nos ofrece esta realidad que estamos viviendo. Como ese hay infinidad de situaciones que no tenemos en el radar y que demandan que nuestros corazones se ablanden y que pensemos más en la gente. La economía preocupa por sus consecuencias sociales, pero en estas condiciones la prevención es primero y hacia ello deben ir nuestros esfuerzos.