Kamini Doobay, una doctora de emergencias en el Centro Médico NYU Langone y el Hospital Bellevue, cuenta su experiencia atendiendo a pacientes con COVID-19, en Nueva York. Foto La Hora/AP/John Minchillo.

Por ROBERT BUMSTED and DEEPTI HAJELA
NUEVA YORK
Agencia AP

Como doctora de urgencias en la Ciudad de Nueva York, Kamini Doobay siempre ha sabido que la muerte es parte del trato cuando atiende a los más enfermos de la ciudad.

Pero nunca ha sido así: a los pacientes más afectados por el coronavirus, que luchan por respirar con ventiladores, no se les permiten visitas por los estrictos protocolos para evitar la propagación del virus.

«A menudo, el paciente estará en su lecho de muerte, muriendo solo, y ha sido increíblemente doloroso ver el sufrimiento de los familiares, a quienes llamo desde la UCI, escuchar sus lágrimas y llorar con ellos por teléfono», explicó Doobay, de 31 años.

«Demasiada gente está muriendo sola, sin absolutamente nadie de su familia alrededor», añadió. «Esta es una de las cosas más horribles».

Como residente de tercer año, Doobay, quien trabaja en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York y en el hospital Bellevue, dijo que estar entre los médicos y trabajadores sanitarios que intentan desesperadamente lidiar con la ola de pacientes enfermos y moribundos que llegan a los hospitales de la ciudad es «diferente a cualquier cosa que haya vivido, es muy caótico, es abrumador».

«Nunca me he sentido tan agobiada física y emocionalmente en mi vida, nunca me había sentido tan profundamente triste y angustiada», añadió.

Aunque el COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, causa síntomas leves o moderados en la mayoría de los pacientes, puede derivar en cuadro más graves, incluyendo neumonía y la muerte en otros, especialmente entre los mayores o personas con patologías previas.

El impacto que ha tenido el virus en los hospitales de la ciudad también hace que los trabajadores sanitarios como Doobay se preocupen por su propia exposición, y quieren que las autoridades responsables hagan todo lo posible por darles los equipos de protección que necesitan para proteger su salud.

«No entramos a este campo pensando que vamos a ser mártires», señaló. «Esta es una crisis grave y merecemos estar protegidos. No estamos en el campo de batalla. No estamos en una zona de guerra».

A Doobay le preocupa además el tipo de elecciones a las que podrían tener enfrentarse los doctores: ¿Quién debería recibir qué tipo de ayuda si el número de casos y hospitalizaciones siguen subiendo y superan el punto donde hay equipos suficientes, como respiradores, para cubrir las necesidades de los pacientes?

«¿A quién se le da ese respirador? Estas son preguntas en las que pienso cuando vuelvo a casa por la noche y, afortunadamente, todavía no he tenido que tomar ese tipo de decisiones», señaló. «Pero estamos llegando a ese punto».

Doobay espera que la población escuche a los expertos y haga todo lo que está en su mano para limitar la propagación del virus a través de las cuarentenas y medidas similares.

«Es realmente doloroso ver morir a alguien. Es realmente doloroso no saber qué depara el futuro. Y estamos trabajando realmente duro para protegerlos», agregó. «Así que espero que todos podamos unirnos en solidaridad para protegernos mutuamente».

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